domingo

El caso del gitano Nº I


 Les traigo un cuento policial  que tiene algunos años y que ha sido corregido y renovado. El protagonista es el detective Garmendia y consta de tres capítulos.

Espero les guste.



 

   El detective Garmendia se miró al espejo, la navaja acariciaba su cara sin apuro, mientras pensaba: “en qué baile estás metido Garmendia…”

Se secó la cara  y fue a la cocina.

Desde que su esposa lo había abandonado, hacía dos años, vivía solo.

Preparó el café. No dejaba de pensar en el caso que tenía entre manos y que se complicaba cada día más.

José Montoya había sido asesinado, en una casilla de un barrio poco recomendable, en las afueras de Pilar. Había recibido una  puñalada en el estómago, tan profunda que se desangró. Aferraba en su mano una rosa roja.

El único vecino vivía a cien metros y  lo definió como un gitano raro y poco amable con el que no se trataba.

Se sirvió el café y fue meditando  los detalles del caso.

Montoya  era dueño de un pésimo carácter, lo dijeron sus familiares, se había separado de su tribu por discrepancias con ellos;  no se le conocía pareja, ni amigos.

Garmendia les dejó a todos los que había visitado,  su tarjeta a la espera de que, si recordaban algo se lo comunicaran.

El gitano  se dedicaba a comprar coches usados o robados, los arreglaba y los vendía. En un primer momento se pensó en la mafia que se encargaba de robo de autos; aunque fue descartado, porque ninguno de los conocidos trabajaba para él.

Garmendia no hallaba un hilo conductor que le aclarara el crimen o que al menos le diera una pista. Terminó el café, se puso la campera, salió a la calle.

Era viernes y la mañana estaba soleada,  la ciudad era un caos, embotellamiento en cada semáforo y mal humor en los peatones que cruzaban por cualquier lado. Al llegar a su oficina, su asistente,  Carmona lo esperaba con novedades.

Un vecino de Montoya había llamado esa mañana, recordaba haber visto a una mujer que llegaba en un Ford Fiesta azul, siempre a finales de mes; entraba a la casa y diez o quince minutos después salía muy apurada. Por la forma de vestir, pollera larga color naranja, blusa blanca y cabello sujeto con un pañuelo de colores, dedujo que era  gitana, una vez se había cruzado con ella  y le quedó grabado lo blanco de su piel.

Otra novedad fue hallar, en la casa de Montoya, muy bien escondido  en la solapa de su agenda, el número telefónico de una tal: Soledad Benítez y su dirección.  Averiguaron y coincidían con la esposa del secretario de Comercio Exterior; Vicente Benítez.

—Esto se está enredando cada día más —dijo Garmendia— ¿Qué amistad podía tener la esposa de un tipo tan importante con un vendedor de autos robados?

—Tal vez le compró  o le llevó su coche para arreglar…

 

Sigue mañana….

 


8 comentarios:

José Luis Asensi dijo...

Esperaremos con expectación los nuevos capítulos, ya que me quedo queriendo saber más, en un relato que me parece bueno, lo que he leído hasta ahora, que describe de tal forma la situación, que parece estar allí y que te deja intrigado, manteniendo el suspense.
Ya veremos si es lo que yo pienso. Cualquier sorpresa puede saltar, pero hago ya mis conjeturas.
Abrazos.

Margarita HP dijo...

Espero impaciente a mañana. ¿¿Qué ocurrirá?? ¡Me encanta Rosa! Besos :D

Susana Moreno dijo...

Qué intrigante. Un beso

Rafael dijo...

Buen comienzo. Seguiremos atentos al desarrollo. Felicidades.
Un abrazo.

Milena dijo...

Está de lo más intrigante....

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

En Garmendia tienes un personaje de la estatura de un Hércules Poirot. Un abrazo. carlos

Mª Jesús Muñoz dijo...

Suspense y emoción en tu relato. Voy a leer el segundo, María Rosa.
Te dejo mi abrazo agradecido, amiga.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que gran personaje, con rasgos típicos, como la soledad, luego de que su esposa lo abandonó.
Al que le toco la investigación de alguien que vivía en soledad, aun más aislado.
Y hay dos mujeres, que podrían estar involucradas, una gitana y otra casada con alguien importante.
Me despertó curiosidad, iré a leer los siguientes capítulos.
Un abrazo.

El museo

  EL MUSEO. Cuento. El problema del museo no era su vejez, era el abandono en que lo había sumido la desidia de sus últimos directores y l...