5ª Entrega.
Estoy
en una historia que no me pertenece, dije murmurando entre dientes y
conteniendo la rabia al ver que la empleada de la estafeta me miraba desdeñosa, sin atención.
—Por
favor, necesito la dirección de Salvador Gaona —dije tratando de ser amable.
—No lo
conozco —respondió con gesto huraño, recordé que los del pueblo eran así con
los desconocidos, tragué saliva y dije:
—Me
dijeron que vivía en este pueblo —insistí, sin dejar de sonreír.
Fue a revisar una carpeta, luego volvió y me
dijo:
—Lo
siento. Colonia Médanos es un pueblo chico y yo
conozco a todos sus habitantes, hace diez años que trabajo acá y ese señor no está ni en los archivos.
Me
retiré defraudado. Mi ilusión de encontrar a Salvador se había venido abajo.
Se me
ocurrió que tal vez lo encontraría en alguno de los pueblos linderos. No me
equivoqué.
En el
primero que visité, no lo conocían. A
cien kilómetros de allí, encontré una pequeña villa de pescadores. Pregunté por
él en un bar. El dueño me dijo conocerlo, antes de darme la dirección me
preguntó el motivo. Le expliqué que
había comprado su casa de Colonia
Médanos, y que en el sótano, había hallado documentos a su nombre que me
parecieron importantes. Quería entregarlos. El hombre escribió la dirección en un papel y me lo dio.
La casa
de Salvador era una vieja construcción de piedras. En el patio,
sentado en un sillón de mimbre, un hombre leía. Desde la puerta llamé:
—¡Señor
Gaona!
No
respondió.
—¡Señor
Gaona! —dije en voz alta, casi gritando.
—¿Quién
lo busca?
—Mi
nombre es Bautista Aguirre, Vivo en… la que fue su casa en Colonia Médanos.
—¿Y?
—Encontré
en el sótano cartas a su nombre, están cerradas.
Se puso
de pie. Se acercó. Era alto, muy delgado,
piel tostada y pelo descolorido. El típico personaje que ha vivido toda
su vida cerca del mar. Su ropa negra me recordó las palabras de Carmelo:
algunos descendientes de los colonos siguen viviendo en el pasado.
—¿Qué
cartas? —me preguntó.
Me
dirigí a la camioneta, bajé la caja y se
la entregué. Lo recibió sin emoción. Parsimoniosamente la abrió, leyó una carta, sus ojos se enturbiaron. Sin
decir gracias, ignorándome totalmente,
se fue abrazado a ellas. Quedé en
la calle, solo como un poste.
Al fin,
subí a la camioneta y regresé.
Dejé
atrás a Salvador Gaona.
El cielo
se fue poniendo oscuro. Los truenos y
relámpagos me estremecían. Nubes negras anunciaban tempestad. Quería llegar a mi casa antes que se
descargara la lluvia.
Algo me
hizo cambiar de idea: ver al viejo
Echagüe que entraba al bar. Olvidé el cansancio, la tormenta y fui tras él. Lo
encontré pidiendo un tinto. Lo
invité y nos sentamos en una mesa
alejada:
—Cuénteme
la historia de su hija y Salvador Gaona —le dije.
No se
sorprendió. Encendió un cigarrillo, miró el humo, hurgaba en su memoria o tal
vez buscaba las mejores palabras.
Se
reclinó en la silla y me dijo:
—Elsa
fue a trabajar a lo de los Gaona, era
buena cocinera. Allí se conocieron Salvador y ella. Eran jóvenes y se flecharon
en seguida. Mantuvieron la relación a
escondidas. Temían a la madre de él, doña Claudia; era una mujer con
extrañas costumbres y quería que su hijo se casara con una muchacha de su misma religión. Era una persona autoritaria, acostumbrada
a manejar a su marido y a su hijo.
Cuando la vieja se enteró de que mi hija estaba embarazada, puso el
grito en el cielo. No quería a Elsa ni a su bastardo. Deseaba otra cosa para
Salvador —bajó la voz— .Yo me alié con esa bruja. Acepté dinero para sacar a Elsa de Colonia
Médanos. Primero hablé con mi hija para que dejara a Salvador. No quiso saber
nada. Lo amaba. Lo gritó mil veces y yo
no entendí —corrió el vaso de tinto y siguió hablando—. Con la ayuda de los Gaona
y una orden de internación que firmó un
médico amigo de ellos, la interné en una clínica psiquiátrica en Córdoba. Elsa
aceptó, creyendo que era una forma de escapar de doña Claudia y que Salvador la
buscaría allí. Eso le hice creer. Y a él le dijeron que Elsa lo había
abandonado por un turista. Meses después, mi hija comprendió que todo había
sido un engaño. Salvador nunca iría a buscarla. Intentó escapar varias veces de
la clínica. Fue imposible. Aquel lugar
era peor que una cárcel. Una enfermera se compadeció de ella y la ayudó con las
cartas… que nunca respondí y que los padres de Salvador ocultaron. Al no
recibir ninguna respuesta, Elsa enfermó, cayó en una depresión profunda.
—¿Estaba
sola, nadie la visitaba?
—Sola.
Eso aumentó su desesperación a tal punto que una noche en un descuido de las
enfermeras, entró en la sala de cirugía y robó un bisturí. Esa noche se cortó
las venas…
Se le
quebró la voz en un sollozo y yo quedé helado.
—Quiero
verla, pedirle perdón —dijo el viejo.
—¿Sirve
de algo? —pregunté.
—A mí
me sirve, al menos para morir tranquilo.
Don
Pedro encendió otro cigarrillo. Siguió:
—Salvador la buscó por todo Médanos, sin encontrar
indicios. Fue a Buenos Aires a buscar a una amiga de Elsa, pensando que
la chica sabría algo, y llegó derrotado. El secreto estaba bien guardado entre
sus padres y yo. ¡Qué hijo de puta que fui! Le confirmé a él que mi hija
se había escapado con un turista. Cuando
Elsa murió, los Gaona desaparecieron del pueblo. Yo no les resultaba confiable
y se hicieron a la idea de que podía arrepentirme y denunciarlos. Pero no tomé conciencia de lo que había hecho
hasta mucho tiempo después. Soy
demasiado cobarde para confesar y si lo hacía, yo también iría a la cárcel. El
dinero que me habían dado, era mucho. Durmió mi conciencia. Creo que Salvador jamás creyó que ella lo había abandonado. Después de algunos años, se cansó de buscar.
Se conformó con su suerte y desapareció.
—¿Y la
policía nunca investigó? Los vecinos
culpaban a los Gaona, ¿Nadie se molestó en
averiguar?
—¿Investigar
qué? Si yo declaré que se fue con un tipo. A
los Gaona ¿quién los iba a tocar? Eran gente de plata. Los vecinos
les temían y la policía que vino de otro
pueblo no se interesó en buscarla o tal
vez, también fueron comprados, vaya uno a saber. Hasta la muerte de Elsa en
Córdoba, fue cubierta con un manto de silencio y certificados falsos.
Me
miraba con sus ojos muy abiertos, parecía un loco.
—Yo la
maté. ¿Le cabe alguna duda?
No
respondí. Bebió otro vino y con esfuerzo se levantó y se fue. Salí a la calle
aturdido por la confesión.
El mar
se había tragado la tormenta. El cielo lucía limpio.
Llegué
a mi casa agotado. Me latían las sienes. Me tiré en la cama, todo me daba
vueltas, al fin me dormí. En mi sueño, hombres y mujeres vestidos de negro,
danzaban sobre las dunas y se acercaban
a mí, amenazantes.
Desperté
cuando oscurecía. Salí a caminar para despejar el dolor de cabeza que como
tenaza me agobiaba. No dejaba de pensar en los Gaona, en el viejo y en la
historia de Elsa.
Semanas
después, al regreso de un paseo por la playa, encontré a Salvador Gaona
esperándome. Sonreía.
—Quiero
darle las gracias —me dijo y extendió su mano en gesto cordial—. El otro día no
lo traté muy bien. En realidad, hace años que no trato bien a nadie. Esas
cartas eran de mi mujer. La única mujer
que amé, y en ellas comprobé que ella también me amó.
Sonreí,
sin decir palabra. Él prosiguió:
—En las
cartas, me contaba cómo fue engañada por su padre y mi familia, la encerraron e
hicieron abandono de persona. Mis padres y el padre de ella pagarán el daño que hicieron. Los denuncié,
también al médico que firmó la orden asegurando que mi Elsa estaba
esquizofrénica. En una de las cartas que usted me entregó encontré el informe,
firmado por el doctor Suárez Mejida, gran amigo de mi padre; Elsa lo había
robado de su legajo en la clínica, y me lo envió.
—Después
de tantos años, ¿se puede abrir una causa?
—Lo
intentaré.
Lo
invité a pasar, no aceptó. Quería hablarle del fantasma y de cómo encontré las
cartas, pero no dije nada, él tampoco
preguntó. Se fue por el sendero bordeado
de dunas. Pude distinguir la silueta de
una mujer caminando a su lado. Me
estremecí.
Entré
en la casa y encendí el hogar. Me gustaba ver los leños crujiendo en lenguas
rojas, agigantándose a cada segundo.
Preparé
los pinceles. La imagen del hombre con su mujer fantasma, sería mi próxima
pintura.
De
pronto, algo se movió en el espejo,
reflejó el rosal, estallando de flores blancas. Abrí la ventana, no lo
podía creer. La imagen era real, no era producto de mi imaginación, mi estudio
se inundó de perfume a rosas. En mi
jardín el otoño olía a primavera.
Fin.
29 comentarios:
Un escalofrió recorre mi espalda, una emoción se me pega en el pecho. He releído la historia completa y seguida y es de las que no se olvidan. Un abrazo grande
Una gran historia. Un beso
Una historia de amor que no me ha defraudado. Has sabido llevarnos de la mano con maestría hasta este final inesperado y triste, pero pleno de luminosidad y colorido.
Como nacido de la paleta del pintor.
Enhorabuena.
Besos.
Por fin descansan: sobre todo ella, que es ,la que pagó un precio tan alto....
Felicitarte por esta narración y sobre todo como engancha esta intriga.
-Espero que nos sigas deleitando con tus narrativas a lo largo de este nuevo año.
Un abrazo
Bonito final para un buen relato, Felicidades nuevamente.
Un abrazo y feliz día.
Mis felicitaciones,... nos has relatado una historia fantástica que estoy seguro se merece unas cuantas páginas más,... es una pena que no la leves a la categoría de novela.
Saludos,
He sentido el perfume de las rosas blancas en el ambiente...Los amantes se han reencontrado aunque estén en distintos lugares, pero su sentimiento los ha unido y el protagonista está feliz de haber contribuido a ello, María Rosa. En esta tarde de nubes frías y grises tus letras me dejan una gran paz y esperanza.
Mi felicitación por esta gran historia, que con detalle y maestría nos has contado.
Mi abrazo admirado y que los Reyes te traigan alegría e inspiración, amiga.
Plas , Plas , Plas, que linda historia nos has contado y lo mejor termino bien al menos dentro de lo que cabía esperar. Para cuando otra?
Gracias Mariarosa, es un lujo leerte. Un besazo de los grandes muakkk.
Que bonito final María Rosa. Me ha encantado toda la historia y he disfrutado con ella. Si hubiera sido un libro me lo habría terminado en un pis pas, porque sin ninguna duda engancha y se lee estupendamente gracias a tu hermosa forma de redactar.
Felicitaciones por ello.
Un cálido abrazo.
Considero que la misma realidad ofrece textos para el cine y la narrativa de suspenso, como esta historia de amor fallido, que pone a flote la condición humana, cuando lo social se ofrece como barrera para el mismo amor. Un abrazo, y un buen para tí y cercanos. Carlos
Una hermosa historia con un buen toque de suspenso me encanto el final aunque me dio pena Salvador y su amada. Te mando un beso
Hermosa historia
que al final , aunque sea así tiene esa recompensa cierta
de un amor que siempre fue y que permanece en el tiempo
reservado en el más allá , para unirse al amado.
<un gran abrazo.
Un final muy triste para tan hermosa historia. Saludos a la distancia.
Pero qué maravilla amiga mía, y que buen regalo nos has hecho de comienzo de año. Qué poético y qué emocionante. Me ha encantado María Rosa, es una historia alucinante. Muchas gracias y espero más entregas tuyas de historias largas. BEsos :D
Muy buena historia.
Con personajes malvado, que hicieron mucho daño. Como la descendiente de los pobladores del pueblo. Y el peor, el padre de Elsa, a pesar de haber arrepentido, la traicionó y por dinero. Por su culpa, terminó internada de un lugar que no pudo escapar. Merece sufrir, provocó la muerte de su hija.
Y bien que las cartas hayan llegado a su destinatario. Y está bien que intente denunciar a los culpables, a partir de las cartas acusadoras. Aunque no tengan castigo, que se sepa la verdad.
Tiene sentido que el fantasma de Elsa se haya aparecido al protagonista, alguien dispuesto a ayudarla. Y que sea un pintor, para que le retrate.
Una gran historia. Un abrazo.
Muy feliz año con mucha paz y Salud y que vengan de tu mano con historias tan sentidas como esta.
Abrazo grande.
Feliz Año Nuevo querida amiga y Felices Reyes,
ojala te hayan traido un hermoso regalo;
por otro lado me encanto la historia que nos deja
la esperanza como perfume a rosas
y la vista en las estrellas
esperando por la develacion
de esa misteriosa huella.
Entre las dunas y los medanos,
te envio un beso
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QUE TODO EL AÑO SEA NAVIDAD!! me fascina la imagen de La Sagrada Familia
que tenes en este blog
a la derecha. Hermosisima.
xoxo
Escribir lo que nos pasa
La vida es tantas cosas...
lo mejor para vos
hoy
y siempre..
Hola, me encantó tu entrada, me fui a devorar entradas antiguas para comprenderte mejor. Muy bonito y entretenido. Te mando un abrazo fuerte
Triste y muy buena historia de amor. Después del escalofrío que me entró...Me voy con ese olor de rosas.
Buen domingo Mariarosa. Cuídate.
Un abrazo.
Un relato genial, triste por que destruyeron un amor real, pero bello por la ilusión del final, con mucho misterio y una narrativa por demás interesante, me encanto.
Un abrazo amiga, se muy feliz
Es un final a medida. Ahora haría falta que el relato sea publicado completo en alguna revista. Así lo leería más gente.
Felicitaciones María.
Saludos,
J.
Molto interessante. Penso davvero che dovrebbe essere pubblicata. Ti seguo. Ciao e buona giornata.
Hola Mariarosa. Tus interesantes historias me tienen intrigada hasta el final.
Esta acaba bien en el sentido de que el novio abandonado, por fin sabe la verdad y puede descansar y sentir la presencia de su amada. Las rosas se contagian de su alegria y ofrecen su belleza y perfume,sin ser tiempo todavia.
Te felicito por tu gran imajinación y maestria.
Un abrazo y feliz año nuevo
Una preciosa historia; conmovedora. Desde la primera línea se siente el misterio que envuelve el pueblo, la casa, la mujer fantasma... Y te atrapa todo el tiempo. También están muy bien descritas las sensaciones del pintor. Haces que nos pongamos en su piel. La historia muy bien hilada y corre con toda naturalidad. El ambiente de la playa, el pueblo, también, muy bueno.
Redondo. ¡Felicidades!
Un fuerte abrazo, escritora :)
Es un buen libro lleno de emociones y con un buen final, felicidades y gracias por dejarnos pasar un buen rato de lectura, un abrazo.
Qué precioso relato, Maria Rosa!
Hay una ley natural que hace que todo se coloque en su sitio en el momento adecuado.
Abrazo
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