No me sentía bien. Había pasado
la noche dando vueltas, caminando de una habitación a otra y con la sensación
de que el techo bajaba sobre mi cabeza y me aturdía con extraños ruidos.
El culpable era el maldito
vecino que durante las veinticuatro horas emitía un sonido igual a un aullido.
Nunca se calmaba, ni se cansaba. ¿No dormía? Mi trabajo necesitaba
concentración y en semejante condiciones, era imposible. La impresora se movía
y las letras saltaban ante mis ojos, jugaban a la rayuela y se burlaban de mí
en un idioma desconocido y con una risa
estridente.
Llamé al 911 y me respondieron
que tenían cosas más importantes que hacer y que aullar no era un delito. Por
momentos cerraba los ojos e intentaba imaginar que era música lo que escuchaba,
me resultaba imposible.
Estaba enloqueciendo. Era
necesario que enfrentar el problema.
Fui a la casa de mi vecino,
decidida a hablar con él. Toqué timbre y no obtuve respuesta. Atravesé el
jardín, decidida a entrar. Las ventanas cerradas igual que la puerta cancel,
demostraron que por allí sería imposible. Di la vuelta por el pasillo. La puerta
de la cocina, o lo que imaginé era una cocina, estaba sin llave, entré.
Mi vecino, no era mi vecino,
eran mis vecinos.
Los trillizos, adultos mayores,
sentados cada uno en un sillón, frente a frente, alternaban sus aullidos con la
mayor amabilidad. Mi presencia no los inquietó. Me miraron y continuaron su
tarea de desquiciar mis nervios. Les pedí silencio, les supliqué, dos de ellos
me miraron y el tercero siguió aullando. Busqué en la cocina un jarro y lo
llené de agua y lo fui vertiendo por sus cabezas, el agua caía por sus hombros
y rodaba hasta sus manos y ellos jugaban con ella, cual inocentes criaturas.
El dolor en mi cabeza, era una
tenaza que apretaba mi cerebro, inflamaba mis ojos y resbalaba por mí columna.
Volví a llamar al 911 y recibí la misma respuesta. Sólo me quedaba una
solución, los haría callar por las malas, ya que por las buenas no me
registraron.
Busqué en mi casa una botella
de alcohol, regresé y volví a gritar que se callaran. No hicieron caso. Como ya
estaban mojados, rocié sus sillones uno por uno y encendí un fósforo lo acerqué
al que estaba a mi lado y el fuego se propago de uno a otro. Las llamas
treparon entre sus aullidos, cubrieron las paredes, explotaron en las ventanas
y los cristales salieron disparados como pelotas de pin pon. Escapé de esa
locura. Un humo negro se elevó en la
noche. Me senté en la vereda de enfrente a mirar, me llegó lejano un último
aullido que se fue perdiendo como una queja.
Llegaron los bomberos, el 911 y
todos se afanaron por apagar el incendio. Escuché a un sargento de policía que
hablaba por radio con la central y decía:
— Todo en orden señor, apagamos
el fuego, por suerte no encontramos victimas, la casa estaba vacía.
Salté de mi asiento improvisado
y pregunté:
—¿La casa estaba vacía, y los
trillizos que vivían allí?
—Me dijeron los vecinos que los
había internado en un psiquiátrico y al morir uno de ellos, los otros siguieron
el mismo camino…
Me fui con los ojos húmedos por
el humo del incendio, yo no creo en los fantasmas, pero por las dudas voy a
visitar a un terapeuta y tomarme unas vacaciones lo antes posible.
24 comentarios:
Escalofriante. Un beso
¡¡Felices vacaciones!!! jeje, un buen relato con un mejor final. Abrazos
Inquietante como poco, y estupenda esa imaginación con la que sorprendes siempre.
Me encantas tus historias y aunque me repita, como las cuentas.
Un placer la lectura María Rosa.
Un abrazo.
Sí, haces bien. Así se te iran los fantasmas de la cabeza.
Menuda imaginación tienes.
Un abrazo.
Muy buen relato!! y felices vacaciones, bonita.
Mil besitos.
Interesante relato con ese final inesperado.
Un abrazo.
uy me dio miedo genial relato. El final no me lo esperaba te mando un beso
Te faltan vacaciones, si y urgentes.
Buen relato, es cierto que los ruidos de los vecinos nos pueden sacar de nuestras casillas.
Un abrazo.
Que buen relato de horror, el final es sorprendente, imprevisible con la noticia de esos trillizos fantasmas.
Saluditos
Qué miedo.. yo le tengo mucho respeto a todo eso por que pues... soy muy miedosa jaja abrazos y gracias por compartir la historia
Me fascinan los finales fantásticos que sabés idear en muchos de tus cuentos.
Muy bueno, Mariarosa.
Besos.
Genial relato
tienes una gran facilidad
para sorprender al lector
que da gusto.
Enhorabuena!!!
Besos.
No conocia este lado intenso de tu narrativa me gusta me gusta tienes magia mujer la tienes abrazos
Hola, mariarosa, me ha encantado el relato. Me mantuviste en vilo y ese giro final es muy bueno.
Que suerte, que siguiendo la huella que dejaste en mi Almacén haya dado contigo.
Un beso,
Vaya misterio desvelado que dejó una huella inexplicable...o quizás no tanto
Después de todos por algún lado comienza el desequilibrio emocional.
Un abrazo.
Desde el comienzo hasta el final quedé atrapado entre los renglones del relato, no imaginaba tal final... muy bueno.
Un abrazo.
ES mejor la visita al psiquiatra. Siempre tienes un buen desenlace. Que grato leerte. UN abrazo. Carlos
Un final realmente desconcertante e inexplicable,... a no ser que realmente necesite un psiquiatra de verdad
Las vacaciones siempre ayudan.
Saludos,
J.
me encantan las vacaciones
Inquietante y hermoso relato. Saludos.
¡ Que angustiante ! Saludos.
que gran historia querida una gran entrada felicitaciones
Con todo... seguirán los aullidos, que esos fantasmas son muy perseverantes.
Un abrazo.
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