Flores de malvón.
Las guardo en mi memoria,
parece que las hubiera vivido ayer, detalles, palabras que se renuevan al
sonido de una voz o con el traqueteo del tren por el que sigo viajando y que
recorre las mismas estaciones con los mismos nombres y, hasta los mismos
alambrados que las circundan parecen ser iguales. Cierro los ojos y regresan aquellas tardes de visita a la casa de las tías.
Vivíamos en León Suárez y para
ellas era casi el fin del mundo, no se animaban a viajar solas, así que
nosotras las visitábamos.
De la mano de mi madre llegaba a la casa de la calle
Machain. Amaba a la tía Juana, me mimaba, era la menor de sus sobrinas y yo me
aprovechaba de serlo. Mamá y las tías se reunían en la cocina y al ritmo del
mate iban surgiendo las confidencias y cuando las voces se hacían susurros, me
mandaban al patio, eran temas que no podía escuchar.
Para no aburrirme,
recorría los cuartos, con fotos familiares, señores serios de grandes bigotes y
señoras más serias aún, como si la sonrisa hubiera sido un pecado en esos
tiempos de calles adoquinadas y tranvías
recorriendo la ciudad. ¿Quiénes son? Preguntaba y siempre había alguien que me contaba
sus historias. Eran los abuelos de los abuelos, personajes con nombres tan
raros como sus ropajes. Las habitaciones de altos techos guardaban el frescor
como una caricia y el aroma a cera; un
placer inolvidable.
Casa chorizo con patio largo,
bordeado a macetas, verdes de helechos y begonias y algún malvón al que mi maldad infantil quitaba los pétalos a
sus flores y los pegaba con saliva a mis uñas y soñaba que eran las manos de alguna princesa de
cuentos sin Disney, ni príncipes románticos.
Cuando la tarde comenzaba a
agotar la charla, terminaba el mate y llegaba el café recién preparado y
dulzón.
Una de las tías nos acompañaba
hasta la esquina y de allí caminábamos hasta la estación a tomar el tren rumbo
a Suárez, guardaba la magia de los momentos vivido y ya iba pensando en la
próxima visita.
13 comentarios:
No me extraña que pensases en la próxima visita ya que allí era un disfrute para ti.
Me has hecho recordar algunas salidas que hacía con mi abuela, ella visitaba a sus hermanas o primas.
Un feliz fin de semana.
Yo también visitaba a unas vías que eran muy cariñosas. Un beso.
Te diré que me evoca a mis viejas tías...imagínate si a esta edad mía y aún las tengo!! jajajja!
ellas son todo amor cuando las visito en el campo...donde viven entre montes, animales y sembrados
me han regalado plantas de flores que hoy lucen en mi jardín como peonías, tréboles , entre otras ...muchas historia que revivir cada vez que les abrazo y doy gracias a Dios que aún las pueda gozar.
estés muy ben!
Un perfume, o una visión de cualquier objeto, resucitan recuerdos tan entrañables como lo que tan grácilmente nos relatas.
Una visita para disfrutar, pues el lugar lo pintas muy colorido y lleno de hermosas sensaciones.
Ha sido muy placentero leerte María Rosa.
Un abrazo.
María Rosa, has descrito de tal modo aquella escena que casi la he podido ver y a mi vez pude recordar visitas similares.
Un abrazo!
Todos hemos tenido esas visitas a casas antiguas con carpetitas, plantas de malvones, macetas, patios relucientes y fotografías de señores que parecían muy "viejos".
Era todo un mundo de hallazgos, de sorpresas... cuando uno es niño todo es nuevo.
Belleza en las descripciones como siempre amiga.
Un beso grande.
que bonito lo que has descrito.
saludos
La excusa de que no les gustaba viajar era para, precisamente, no tener que hacerlo, y sentirse más cómodas recibiendo visitas que siéndolo.
Mucha gente lo hace.
Yo no visito a nadie, ni nadie me visita, fuera de los blogs, claro.
Saludos,
J.
Bella evocación. La imagino como primer capítulo de un libro con ficción entrelazada a las costumbres de décadas pasadas.
Muy bello.
Besos
Unas visitas que hacías con mucho amor. Todos esos momentos son los que se atesoran con fuerza y luego revives una y otra vez.
Muchos besos ammiga :D
Espectacular relato de una escena que tiene la característica de ser Real----
Me traes recuerdo de mi niñez, también en mi Córdoba querida con tías y bisabuela recorría su casa tipo chorizo, con jardín de invierno y una gran jaula con todos los colores de inimaginables canarios, y otros pájaros que ahora no recuerdo, todo era una ceremonia allí, pasábamos a la mesa se hacia una oración, y tenias que esperar que te sirvan, den la orden para comer, jamás me olvido de eso, y de tantas cosas que hoy ya no existen, gracias amiga.
Abrazo
Muy bella historia te mando un beso
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