La despertó el teléfono y una voz desconocida fue desgranando
palabras que nunca hubiera querido
escuchar.
La noche anterior había sido un
desborde, se habían reunido para
celebrar el nombramiento de Lucas Garrido; presidente de una empresa muy importante. Casi todos los invitados, vivían
en el mismo country, era una amistad de años. Carolina era la única que desentonaba en el
grupo.
Había conocido a Lucas en un
viaje a Montevideo, dos años atrás. Tras pocos meses de relación comenzaron a
convivir, había mucha diferencia de edad, pero a Carolina no le importaba, lo amaba. Los amigotes, como
los llamaba Lucas y él mismo, pasaban los cincuenta. Las esposas la miraban de reojo, detrás de sus sonrisas;
la envidaban y sus maridos la deseaban.
Hasta los hijos de Lucas la consideraban una oportunista que
lucraba con el dinero de su padre,
no sólo no la aceptaban, sino que dejaron de visitarlo.
La vida con Lucas no era fácil,
era un ser agresivo y después del amor,
le echaba en cara su vida anterior y le escupía con rabia el peor de los insultos. Muchas veces, ella
había intentado dejarlo, pero él, arrepentido, le rogaba perdón y se convertía en
un niño necesitado de ternura. Pasaba de
la sonrisa al insulto, de
nombrarla; su reina a considerarla una tonta barata.
Lucas no había oído el teléfono
y ella no lograba despertarlo. Al fin se
había sentado en la cama, obnubilado aun por el alcohol y sin entender qué
pasaba. Ella le entregó el auricular y al escuchar la voz, Lucas pareció reaccionar,
cambió de color, pasó del rojo al pálido. ”El
joven Sebastián Garrido ha tenido un grave accidente, está internado en terapia
intensiva en el hospital central, conducía alcoholizado…” Dejó caer el auricular.
Extraviado por la noticia, iba
de un lado a otro de la habitación sin saber qué hacer, había recibido un golpe en plena cara. Se vistió apurado, no
dejó que ella lo acompañara, la miró con los ojos enrojecidos por el alcohol y
la rabia y desde la puerta le dijo:
”Si mi
hijo se muere va a ser tu culpa, por vos
no vino a mi fiesta, no quería verte, si hubiera estado acá, no estaría en esta
situación”.
Salió exaltado.
Se había rebalsado el vaso.
Carolina comprendió que ya no
tenía nada que hacer en esa casa, buscó un bolso, cargó algo de ropa y sus documentos,
luego pidió un taxi. Calculo que en
media hora estaría en el aeropuerto, se puso un abrigo, le dejó su amor sobre
la cama y salió sin mirar atrás.
19 comentarios:
A veces es mejor pasar página e intentar conseguir un futuro mejor.
Creo tomó una buena decisión.
Es muy bueno el relato.
Un beso
Buen relato con triste final.
Un abrazo.
Por el modo en que presentas la historia, la mejor salida es la huida con tipos de ese carácter y con esa predisposición enfermiza de culpar a otros de sus errores, con una carga agresiva tan grande, lo mejor que se puede hacer es escapar a un lugar donde no te puedan localizar. Es mi opinión que, antes o después, alguien demostrará que es una tipología de enfermedad mental, cosa que hoy no se quiere reconocer porque esto disculparía las atrocidades que muchos llevan a cabo y tendría otro tratamiento social y ante la justicia. Muy interesante tema.
Un abrazo. Franziska
Suelen suceder casos así, que son una verdadera tormenta... cuando hay dinero de por medio.
Abrazos.
No entiendo como hay gente que aguanta situaciones como esa. Un beso.
A veces tienen que suceder desgracias o un duro golpe emocional para tomar conciencia de la violencia que se está recibiendo. La psicológica es igual de terrible, porque corroe la autoestima. Menos mal que Carolina pudo irse, aunque imagino que minada por la culpa.
Besos, Mariarosa.
No hay porque aguantar ni siquiera la primera, lo más importante en cualquier relación humana es el respeto y aquí no lo había habido nunca. Una decisión valiente, aunque un poco tarde para no dejar huella.
Un abrazo
La acusaban de vivir del dinero, de interesada pero era ella la que tenía realmente emociones.
Sin ser valorada. Hizo mejor que pudo hacer, irse.
Bien contado.
Un relato estupendo con un final muy acertado por parte de ella. Ninguna mujer tiene por que aguantar ni un desplante siquiera, y menos, insultos y humillaciones.
Me encanto leerte María Rosa, como siempre un placer tus historias.
Un abrazo.
Se dan casos de estos iguales o muy similares, y a veces se pregunta uno, como se puede soportar esas situaciones, pero mira hay de todo. Cuando eso ocurre, lo mejor es poner tierra de por medio lo antes posible.
Besos.
Un relato desgarrador. La gota que colmó el vaso. Pues sí, tarde o temprano en una situación así, la gota cae y se arma. Intento como siempre amiga mía. Me encantan tus historias. Besos :D
Una historia actual, tus relatos siempre me atrapan, gracias María Rosa.
Abrazo
Debió tomar antes esa decisión, pero nunca es tarde.
Feliz día
Bisous
Otro maravilloso relato. Felicidades,
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Este relato es un muy buen ejemplo de lo que es la cobardía en el ser humano. Se dá en todo tipo de situación, echarle la culpa a los otros para aliviar dolores es algo tremendo, no debería ser, pero es.
Muy bueno, abrazo.
Bien por ella.
Es cierto que el amor da para mucho, pero soportar extremos nunca ...
Ella se va integra, dio lo que sabía dar amar y recibió a cambio tortazos.
Muy bien!
A veces es mejor tomar decisiones drásticas. Muchas mujeres no lo hacen y después tienen que lamentar las consecuencias.
Excelente tu relato, muy actual.
Un besito
Recio cuento, que pone en evidencia el problema de la diferenciación de las clases sociales, pero también el orgullo de una mujer, que prefiere escapar a un lujo y fasto que la hostiliza,y cubre de falso amor su relación matrimonial. UN abrazo. Carlos
Uy por lo menos al final tomo la decisión de dejarlo y amarse a así misma . Buena historia
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