martes

Historia de un collar ruso.



La señora Ema Woodman se abrazaba a su esposo Tomás, sin dejar de llorar. El detective Garmendia buscaba las palabras  para tranquilizarla y  solo lograba gestos que no decían nada, le resultaba fastidioso el llanto de la mujer, notó que al esposo le sucedía lo mismo, trataba de desprenderse de su abrazo y ella no lo soltaba. Garmendia estaba inquieto.
Su superior lo había llamado para que solucionase el robo de un costoso collar, y el estado acongojado de la mujer, no lo ayudaba, los  invitados a la cena y posibles sospechosos se movían impacientes e inseguros ante la presencia de los representantes de la ley.  Todos ellos habían participado esa noche del cumpleaños de la señora Ema. Eran amigos  de la familia y       durante la cena, la anfitriona  lució el collar que había   heredado de su bisabuela  Ekaterina, lo significativo era su procedencia.  Ekaterina   en su juventud,  había sido amante del zar Nicolás, y  él  se lo había regalado,  pertenecía  a la corona Rusa. Al caer el zar en 1917 la joven huyó de su país con la valiosa joya.
El valor era incalculable, Garmendia pensó que había sido robado con la idea de desmontar las esmeraldas y brillantes, y venderlos por separado.
Los  presentes, el padre del dueño de casa; Isaac Woodman y socio de su hijo Tomás en  la Inmobiliaria, las invitadas una joven monja, Ana María, tan blanca como su hábito, miraba y escuchaba  a Pedro Garmendia con sumo interés. La secretaria del señor Woodman, Elisa Fuentes, muy bella,  seria y rígida en sus gestos, daba a entender que la situación la fastidiaba y el quinto invitado, Sebastián Woodman, hijo del primer matrimonio del dueño de casa, sonreía abrazado a su guitarra, mientras a un costado una oficial colaboraba en revisar efectos personales y a las señoras presentes.
La señora Woodman entre sollozos dijo que durante el almuerzo, el collar estuvo en su cuello, luego pasaron al living a escuchar a Sebastián  tocar la guitarra y a tomar café, allí notó su falta, buscaron por el piso, fue lo primero que se le ocurrió pensar; que se había desprendido el cierre y había caído en los sillones. Recorrieron el comedor, cada rincón de la casa, pero el collar no apareció.
La señorita Fuentes se puso de pie y caminaba  de un lado a otro, expresó que se encontraba  incómoda  al verse retenida para un interrogatorio, que ella no era una ladrona y que aquella situación la molestaba y mucho. Carmona el ayudante del detective, le explicó que la comprendía, pero que era su deber hacerle preguntas a todos, ella incluida, y encontrar la alhaja perdida.
Carmona miraba burlón a Garmendia y le dijo por lo bajo:
—No le encuentro salida a este interrogatorio, creo que  desconfían de todos.
Dejaron ir a la bella secretaria del señor Woodman y a la hermana Ana María, luego al anciano Woodman y les aclararon que ante alguna novedad que surgiese en la investigación, los volverían a llamar, el matrimonio Woodman también se retiro. Pedro Garmendia y Carmona quedaron solos.
Decidieron irse ellos también, al cruzar el jardín rumbo a la salida, encontraron a Sebastián sentado sobre unos troncos, que a modo de bancos adornaban el parque, estaba abrazado a su guitarra, mirando quién sabe qué punto del cielo, ellos se acercaron y tomaron asiento.
—¿A qué se dedica Sebastián? —la voz del detective sonó amable.
—Trabajo con mi madre, ella tiene un taller de prêt-a-porte, administro la parte comercial y estudio guitarra.
—¿Cómo es la relación con su padre y su madrastra?
—Normal, casi es mejor con Ema que con mi padre, él siempre se queja de mí.
—¿Por qué?
—Pregúntele a él, nunca me habla sino es para lamentarse de algo que hice, yo trato de vivir y dejar vivir, no le hago caso.
Se despidieron y Sebastián siguió tranquilamente abrazado su guitarra y mirando distraído a su alrededor.

Al día siguiente muy temprano, los detectives, recibieron en su oficina de trabajo, a la hermana  Ana María.
La joven desarrolló  una teoría sobre el robo y les dijo algo en lo que no habían pensado. La escucharon respetuosamente y respondieron que tendían en cuenta su hipótesis. La acompañaron hasta la puerta y mientras ella se alejaba, se  miraron sorprendidos, la presunción de la hermana  tenía lógica, ¿cómo ellos no lo habían pensado?
Carmona se dedicó a investigar las sospechas de la monja y Pedro Garmendia hurgó más profundamente en la historia de los otros invitados.

La sorpresa fue la señorita Elisa Fuentes, la poco amable secretaria, llevaba una relación amorosa con el señor Woodman desde hacía años. Uno de los empleados de la Inmobiliaria, fue quien le contó a Garmendia, previo sobre con dinero, el romance y hasta la dirección del departamento, donde acostumbraban a encontrarse. Elisa no tenía antecedentes ni por exceso de velocidad.

Carmona bebía lentamente su cerveza y de pronto dijo:
—¿Y si la hermana Ana María con su teoría nos quiere desviar la investigación? Averigüé que su congregación tiene  un hogar de chicos de la calle y  según me dijo un vecino del lugar, estuvieron con serios problemas económicos, no habrá sido ella…
—Es una religiosa…—respondió Pedro.
Carmona se encogió de hombros y pidió otra cerveza.
El calor de febrero no lo dejaba  pensar a Garmendia, después de un día de trabajo agotador sólo quería beber su cerveza y mandar al diablo la investigación, el collar y también al zar ruso.
—Mañana será otro día Carmona, basta, no puedo pensar en nada, sólo deseo una bebida helada, llegar a mi casa, bañarme y dormir.
Y así fue, luego de varias cervezas, cada uno se fue caminando por calles diferentes.

Pedro despertó con la pregunta de Carmona resonando en sus oídos. ¿Qué interés podría tener la monja para intentar confundirlos o realmente sus sospecha era bien intencionada? A él le pareció lógica su reflexión. Les había dejado picando la duda; ¿No será un auto robo?
Podría ser, no era la primera vez, ni sería la última que alguien  hace un auto robo para cobrar el seguro y luego vender la joya, tal vez en el exterior.
Tendría que hablar con un entendido en la materia, eso lo podría ayudar a aclarar sus pensamientos y luego visitaría a la Hermana, ya que Carmona no encontró nada raro al investigarla.

El viejo Lombardi no sólo era un buen joyero, también se ocupaba de comprar piezas robadas, desmontarlas y venderlas. Con su cara de inocente, convencía que era un buen tipo, pocos conocían sus trueques con el hampa. Garmendia lo visitó y le preguntó si alguien había intentado venderle un collar, o alguno de sus amigotes sabía algo de un importante  robo.
Las palabras de Lombardi aclararon un poco el panorama que el detective tenía entre manos. Según le dijo, una joya con semejante historial; revolución bolchevique, amores prohibidos, un zar y una esposa engañada, coronando la leyenda, puede ser vendido en el mercado internacional con un valor elevadísimo, ya que seguramente debe haber fotos de la época donde la Zarina lucia el collar,  nunca en esos casos conviene desmontar las piedras preciosas.


El convento en que vivía la Hermana Ana María estaba en la zona norte del gran Buenos Aires.
Los recibió la hermana superiora, una anciana de cara sonriente, muy alta y delgada que los hizo pasar a un salón pequeño, amueblado con  tres sillones, una mesita y de pie a un costado, una bella cruz de madera tallada.
Garmendia y Carmona quedaron a solas con la hermana Ana María, el detective preguntó por qué desconfiaba de la señora Ema, la respuesta  dejó a Garmendia sin palabras.”El señor Woodman ofreció una donación para nuestro Hogar de chicos de la calle, él nos habló de una apreciable cantidad de dinero mensual, para descontarlo de sus impuestos. Muy feliz fui a retirar la colaboración, a su casa, la señora Woodman me entregó un sobre que agradecí y entregué a la Superiora. Cada tres o cuatro meses la señora Ema nos llamaba y nosotros retirábamos de su casa la donación, con la cantidad escrita en cada sobre, yo firmaba un recibo y regresaba al hogar.
Un día el Señor Woodman nos pidió un comprobante de sus donaciones  para descontarlo en ganancias. Lo preparamos y yo llevé para que él lo verificara, los sobres, escritos de puño y letra de la esposa, allí  estaban las cantidades y los meses en que habíamos recibido el aporte. Los miró y se puso muy serio, sus ojos iban de los sobres a mí, lo hizo dos o tres veces, entendí que algo no estaba bien.  Me dijo: “He donado mucho más…”  Me debo haber puesto pálida, mis piernas comenzaron a temblar, Woodman se dio cuenta y me sostuvo de un brazo y me dijo:
“Tranquila, comprendo que debe ser un error, Ema no entendió cuando le dije las cantidades. Desde ahora mi secretaria le llevara todos los meses las donaciones”.
 La hermana Ana María, se puso de pie y dijo:
—Así sucede hasta hoy, no sé qué sucedió con el dinero anterior y que nunca llegó a la fundación.
—Sin pecar de curioso ¿de cuánto son los aportes actuales?
—De $30.000.-

Salieron del convento con la extraña sensación de que la señora Ema Woodman se estaba riendo de ellos, ahora había que  comprobarlo.
Con qué intenciones y cómo, la señora Ema había logrado hacer desaparecer el collar,  ya no tenían  dudas, había sido ella. A partir de ese momento se dedicarían a investigarla.
Descubrieron por información de un vecino muy curioso,  que cada viernes a la tarde, la señora salía en su coche y regresaba de madrugada.
Era el momento de volver a la Inmobiliaria e intentar que el esposo, aclarara esas salidas. “No sé  adónde va, ella hace su vida y yo la mía,”. Le solicitaron la dirección del negocio de modas de la ex esposa, les entregó una tarjeta y los miró con desconfianza, pero nada preguntó.
El interés de los detectives  era hablar con Sebastián, él había hablado de su buena relación con Ema, seguramente, les podría dar un hilo para desenredar la complicada madeja  que tenían entre manos, luego sería tiempo de hablar con la dueña del collar.
El taller de la ex esposa del señor Woodman, funcionaba en una casa del bajo Flores. Los recibió Sebastián, se notaba inquieto, miraba de reojo a su madre que colocaba telas sobre un maniquí y que en ningún momento se acercó a ellos. Pasaron a una oficina y tomaron asiento.
—Tenemos la seguridad que la señora Woodman  tiene el collar —dijo Carmona— y que todo el robo a sido una pantomima creada por ella.
Sebastián se frotaba las manos, sus ojos iban de uno a otro, no sabía que decir.
—¿Y por qué me preguntan a mí, qué puedo saber?
—Nos dijiste que tenias buena relación con ella, tal vez te dijo algo; si tenía deudas o problemas económicos.
—Sólo sé que le gusta mucho jugar en las maquinitas  y se la pasa en los bingos hasta cualquier hora, allí pierde la cabeza y muchos miles.
Se  puso de pie, apurado por finalizar la conversación e invitándolos a irse.
—Te dejo mi tarjeta Sebastián, tal vez puedas recordar  algo más…
Los acompañó a la puerta y al pasar por el taller la mirada de la ex señora Woodman los atravesó como un plomo.
Mientras regresaban a su oficina conversaban y Garmendia comentó:
—¿No te parece que es demasiado fácil, que ella se hubiera robado? Hay algo que se nos está escapando y no sé qué es. Si necesitaba dinero por tener deudas de juego, lo hubiera vendido  por una buena cantidad que le alcanzaría para saldar varias deudas, Lombardi me dijo que hay un mercado que se encarga de vender  en Europa, los coleccionistas pagan mucho dinero por ese tipo de joyas.
—¿Y entonces?
—Entonces, vamos a volver a insistir con Sebastián, huelo que ese niño bien, sabe más de lo que dice.

Días después fueron a buscar a Sebastián, en la puerta del taller de su madre, estaba la moto del joven. Esperaron.
Lo llevaron hasta un bar cercano y ocuparon una mesa cerca de la puerta, pidieron tres cervezas.
—¿Ayudaste a tu madrastra en el robo del collar?
—Usted está loco, yo no robe nada.
—¡¡Nosotros creemos que si…!!
—Ustedes son un par de granujas que quieren complicarme en algo que no hice.
Intentó levantarse y Garmendia le dijo mirándolo a los ojos:
—Ese día diste un  concierto con tu guitarra… luego en todo momento te vimos abrazado a ella como un enamorado. ¿Por qué?
—No sé de qué me habla, no recuerdo cómo agarré la guitarra, ustedes inventan historias y si no tienen nada más que decir, me voy, tengo trabajo que terminar.
Salió apurado y  subió a su moto que arrancó a toda velocidad.
—Lo pusimos nervioso  —dijo Carmona.
—Eso es lo que quería, creo que es un perejil que otro utilizó y hay que descubrir quién es.
A partir de ese momento, vigilaron a Sebastián a toda hora y sin que él lo advirtiera.   

Luego de varios días de seguir al joven, no habían hallado nada extraño, trabajaba en el taller o salía con su abuelo, el viejo Woodman, lo llevaba en auto al banco, a su casa, nada sospechoso, hasta el quinto día de vigilancia en que lo acompañó al centro, y fueron directo a la joyería Prieto de la calle Libertad, una casa especializada en compra venta de alhajas de calidad. Los detectives quedaron en su coche, esperaron largo rato para velos salir y hablar con ellos, pero los Woodman, no aparecieron.
—Vayamos a ver Carmona, me resulta sospechoso que estén tanto tiempo en el negocio.
Los atendió un señor mayor, quien muy amablemente  negó la presencia de los Woodman. Garmendia mostró sus credenciales.
—Señor Prieto, comprendo que debe guardar en secreto la compra y venta de sus clientes, nosotros estamos siguiendo el robo de un collar y sospechamos que los Woodman tengan interés en venderlo.
Los ojos del señor Prieto se abrieron, sus manos se sujetaron al cristal de la mesa para disimular el temblor.
—¿Robo…?
—Sí señor, tratamos de encontrar un collar robado.
Prieto retomó su compostura y aclarando la voz dijo:
—Nadie  me ha ofrecido un collar señores.
—¿Y dónde están los Woodman, abuelo y nieto, que entraron y no volvieron a salir?
—Están equivocados.
—Basta de pamplinas señor Prieto, colabore con nosotros o varios amigos míos del AFIP le van a hacer una visita.
Nuevamente la compostura del señor Prieto voló por el aire, respiro hondo y dijo:
—Ellos salieron por la puerta de atrás que da al estacionamiento, dijeron que los estaban siguiendo, temían que fueran ladrones, me trajeron un collar la semana pasada  y según relataron, pertenece a la madre del joven, es una joya finísima y con un historial que despertó gran interés en varios coleccionistas europeos, yo les hice un contacto con un  francés, que fue quien ofertó mayor valor, tengo mi ganancia en el trato, pero ellos nunca me dijeron que era robado.
—Pues sí, es robado, así que conviene que nos escuché y colabore.
Mientras  el señor Prieto cerraba con llave el negocio, una empleada los hizo pasar a un cuarto, tras ellos entró  el joyero y cerró la puerta.

Los puso en conocimiento de que el coleccionista francés  llegaría en una semana y que ya habían alquilado para el jueves 15, un box de un banco  importante para hacer la entrega del collar  que estaba en una caja de seguridad, pagarían a Prieto y el resto lo dejarían en esa caja, hablaban de un millón de dólares. Un negocio redondo.
Los detectives dejaron de seguir a Sebastián para que abuelo y nieto, tomaran confianza de que nada había averiguado, ahora sólo les quedaba  ir ante el fiscal y presentarle las pruebas del caso y obtener una orden del juez para presentarse en el banco.

¿Pero quién fue el cerebro del robo, el viejo Woodman o Sebastián? Ninguno de los dos, fue la bella secretaria  señorita Elisa Fuentes. Hay amores que despiertan pasiones muy fuertes, ella estaba enamorada de Tomás  Woodman, desde hacía años y odiaba a Ema. Tomas le juraba amor, pero no se separaba de su esposa y buscó perjudicarla, robando el tesoro más preciado de Ema, el collar de su abuela Ekaterina y así  obtener una ganancia que la hiciera vivir por el resto de su vida sin problemas económicos, cuando Woodman la abandonara por otra más joven. Planearon el robo con Sebastián, que buscaba demostrar a su padre que no era un tonto como él pensaba y el viejo  Woodman, ambicioso, colaboró con sus contactos, para obtener una buena parte  en el robo.

Durante la fiesta del cumpleaños, Elisa, acompañó a Ema a su cuarto y mientras le arreglaba el peinado abrió el cierre del collar, al ponerse Ema de pie y caminar a la puerta el collar se deslizó y cayó sobre la alfombra, fue un juego peligroso que pudo resultar mal, pero los hados  acompañaron  a Elisa,  envolvió la joya en un pañuelo y lo entregó discretamente  a  Sebastián, quien lo escondió dentro de su guitarra, por eso el joven llevaba a la guitarra, en todo momento abrazada a su pecho.
La suerte de Elisa terminó el jueves 15, al llegar policías de civil con una orden del juez para revisar el box 30,  donde se estaba tramitando la venta del collar. Ni los clientes, ni los empleados del banco comprendieron  lo que estaba sucediendo, Elisa salió acompañada de dos señores, lo mismo sucedió con Sebastián y su abuelo. El coleccionista francés no se salvo de ir detenido, hasta que sus abogados aclararan su situación. El collar para desconsuelo de Ema Woodman, fue devuelto a sus verdaderos dueños y hoy está en la bóveda de un banco  y forma parte del tesoro nacional ruso.








AFIP:  Administración Federal de Ingresos Brutos.



22 comentarios:

Recomenzar dijo...

Felicitaciones compatriota por tu bello blog

Diana de Méridor dijo...

Madame, un relato negro al más puro estilo de los clásicos, y con ese ambiente delicioso que incluye una evocación de aquella Rusia de los zares, uno de esos ingredientes que añaden magia a una buena trama.

Feliz día

Bisous

Rafael dijo...

Es un bonito e intrigante relato. Felicidades.
Un abrazo.

Susana dijo...

Qué interesante. Lo he leído hasta el final. un beso.

Margarita HP dijo...

Oh María Rosa. Me ha encantado. Es que de veras, me has tenido enganchada de un personaje a otro para saber quién había sido el ladrón. No veas. Me has recordado a las historias de Agatha Christie. ¿Has pensado escribir algún libro? En serio, tienes un don con las historias de misterio.
Un beso muy fuerte :D

TIGUAZ dijo...

Es un bello relato a los que te seguimos nos tienes acostumbrados. tienes, acostumbrados.
Mi cariño y un abrazo

Mirella S. dijo...

Siempre fui una fan de los relatos negros o los thrillers. Quedé muy enganchada con el tuyo por los bien que llevás el suspenso y por cómo organizaste la trama.
Besos, Mariarosa.

Ernesto. dijo...

Muy bien desarrollada la trama, en tu etilo, con tantos participantes y sucesos.

Destacaría el relato sobre los policías, muy al uso y natural, más allá de las películas americanas :))))

Fuerte abrazo, Mariarosa.

Mi nombre es Mucha dijo...

Tu estilo es único y tu lo sabes lo bien
que
escribes
abrazo

carmen estany dijo...

Este relato tan intrigante me ha mantenido en suspense hasta el final.
Te felicito Mariarosa
Un abrazo
Carmen

Abuela Ciber dijo...

Estupendo querida amiga en la distancia
Me estuve entretenida en espera del descenlace
Buenisimo
Aunque considero que si fue un regalo el collar deberia ser de la descendiente , pero bueno cuestiones de realezas
Cariños mil

cachos de vida dijo...

Feliz fin de semana.
Un abrazo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Se siente la destreza de quien ha hecho vocación y oficio, la tarea de narrar desde el género negro. Qué felicidad leerte, Maria Rosa

Navegante dijo...

Me quedó la sensación de haber leído una crónica policial muy bien relatada. Sin dudas, cuando un relato es extenso, debe tener ese algo que atrape para llegar hasta el final. Y eso aquí está muy logrado.
Este no es un género para que lo desarrolle cualquiera, así que solo me queda felicitarte.
Abrazo.

Meulen dijo...

Al final la verdad siempre sale a la luz
,,,claro en algunos casos mas que en otros , púes muchos igual cometen crímenes
y se burlan de todo.

un cuento para volver a leer.

besos.

lanochedemedianoche dijo...

¡Que historia! y cuantas sensaciones deja, excelente amiga fue un placer leerla y que al final se descubriera de quien fue la idea.
Abrazo

Luján Fraix dijo...

Cuánto misterio María Rosa, tienes un talento especial para recrear secuencias propias de ese género que te mantienen hasta el final con la incertidumbre, a veces te dejan escalofríos. Me ha pasado más de una vez.
Un abrazo fuerte.

José A. García dijo...

Los rusos siempre se salen con la suya.
Seguro que todo fue planeado por la "ex-"KGB...

Saludos,

J.

el oso dijo...

Me encantan los cuentos de detectives cuando hay cabos sueltos por todos lados y te impulsan a ir tejiendo hipótesis, se resuelvan o no.
Este es un caso, la pintura de época es preciosa.
Hermoso cuento.
Besos

Elda dijo...

Genial historia detectivesca en la que te mueves como pez en el agua.
Me encanta tu forma de narrar, es clara y atrapa al lector hasta el final.
Un placer haberla leído.
Un abrazo.

José Manuel dijo...

Relato de los que engancha de principio a fin. Genial!!

Un abrazo

J.P. Alexander dijo...

Me encanta como manejas el suspenso y tus personajes. Te mando un beso

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