Daba vueltas por el amplio salón, admirando los cuadros que lo adornaban, yo no
entendía mucho de pintura, pero reconocía que eran una belleza, seguramente caros y de
afamados pintores.
Sobre una chimenea que se veía en
desuso, había retratos de una niña, por
la vestimenta y el peinado, habían sido tomadas, tal vez en la década del
cincuenta, me recordaban las fotos de mi madre y sus hermanas en los álbumes familiares de esa época. El sol
entraba con su luz veraniega, iluminando
el ambiente. Había pocos muebles, algunos sillones, dos sillas y una mesa
pequeña.
Una mujer mayor, apoyada en su bastón,
cruzó el arco de entrada que nos separaba de lo que parecía una biblioteca.
Sus ojos muy claros me miraron con
amabilidad, soy Clara Núñez, me dijo.
Extendí mi mano y me presente: Diego Martínez
del semanario “El misterio”.
Nos sentamos. Una gata blanca apareció de pronto y se sentó a
los pies de la señora Núñez. Ella me
preguntó el motivo de mi visita.
—Su sobrina Camila Fuhr.
La señora Núñez alzó los ojos y sonrió con desdén.
—Mi sobrina falleció hace muchos años. ¿Qué
puede tener de interesante para sus
lectores?
—Es una leyenda que muchos recuerdan y otros, aseguran haberla visto tras los ventanales de
esta casa.
La señora Clara enrojeció, noté que
trataba de controlar una furia que asomaba como chispas por sus ojos.
—La gente imagina cosas y ustedes los periodistas alimentan sus
fantasías. ¿Le parece que yo estoy en condiciones de secuestrar a mi sobrina…?
—Explíqueme por qué se tejen tantas historias
sobre Camila, algo de cierto debe haber. Además muchos aseguran que ella sigue
curando enfermos.
—Lo que la superstición de algunos
inventó sobre mi sobrina es una mentira, una bola de nieve que el tiempo hizo rodar, hasta hacer creer que vive y hace milagros, aparte han pasado
tantos años, si estuviera viva tendría setenta y cinco años, mi edad, y sus prodigios los hubiera comenzado por mí
que apenas puedo caminar.
—El semanario me mandó a buscar un
reportaje, no me deje ir con las manos vacías, usted me cuenta y el grabador
registra su historia. ¿Qué le parece?
La anciana se puso de pie y eligió otro
sillón que según ella era más cómodo y
tras un hondo suspiro me dijo:
— Usted es un caradura simpático, espero
que no altere nada de lo que voy a decirle. Toda esta historia de curaciones
comenzó en 1953. Éramos unas niñas y aunque éramos tía y sobrina, teníamos la
misma edad. Estábamos jugando en una plaza con Elisa, una amiguita, su madre
sentada en un banco tejía y nos miraba, de pronto Elisa se largó de la hamaca
en alto, cayó y su cabeza golpeó contra unas piedras, quedó inmóvil. Corrimos a
ayudarla, la primera en llegar fue su madre, Camila y yo de pie mirábamos los
esfuerzos de la mujer para hacerla reaccionar. Le tomaba el pulso y con desesperación
pedía una ambulancia, de pronto Camila se arrodilló a su lado, le tomó las manos y comenzó a rezar en voz
baja, era casi un susurro, nunca la había visto hacer algo así, luego dijo:
¡Vamos Elisa, vamos a jugar, levántate! Elisa abrió los ojos y sonrió a su madre
que estaba pálida y retorciendo sus manos con desesperación. Ahí comenzó la
historia, la madre de Elisa lo contó a todo el vecindario y la pobre Camila debió
vivir encerrada por la gente que llegaba a nuestra casa a pedir curaciones.
—Los médicos que trataron a Elisa que
dijeron…
—Que había sido solo un desmayo, que no
había habido milagro. Pero a los enfermos que se agolpaban cada día en nuestra
puerta, nadie les quitaba la esperanza de una curación prodigiosa. Esto siguió
por años, nos mudamos varias veces pero
siempre nos encontraban. Los padres de Camila estaban desesperados, debieron
cambiarla de colegio varias veces.
—¿Hubo más milagros?
—Algunos dijeron que fueron curados de
graves enfermedades, pero nunca hubo estudios médicos serios que avalaran esas sanaciones. Era tal la presión en que
vivía Camila, que enfermó y ningún médico supo decirnos cuál era su mal. Fue perdiendo peso, hasta
convertirse en un ser débil, pura piel y huesos. Los padres cansados de
visitar médicos, la llevaron a una gitana curandera y ella dijo que los males
que quitaba en los enfermos, los absorbía ella y que ese mal no tenia cura.
Murió a los veinticinco años y desde entonces la leyenda que cayó sobre su
nombre no ha finalizado. ¡Esa es la verdad! Tengo la garganta seca de tanto hablar, ¿quiere un té?
Acepté. Se puso de pié y se acercó a una
puerta y pidió el té. Fue hasta el
ventanal y cerró las cortinas, mientras la gata giraba y ronroneaba molesta, creo
que mi presencia no le gustaba.
—Camila era un ser encantador —dijo al
sentarse nuevamente— y muy sensible, creo que ella sufría con cada enfermo que
le pedía ayuda y más aún cuando no lograba mejorarlos.
—¿Entonces logró recuperar a algunos
enfermos…?
—Sí, varios dijeron que fueron curados,
no entiendo cómo sucedían esas mejorías, tal vez, creían sinceramente en Camila
y se curaban ellos mismos, no sé...
Entró una joven con la bandeja del té y
nos sirvió. Era hermosa, su andar, sus gestos
denotaban cierta soberbia. Llamaron mi atención sus ojos tan claros,
iguales a los de Clara Núñez, ella pareció notar mi mirada y dijo:
—Es Cecilia, nieta de Camila.
—¿Se había casado?
Esperó que la joven sirviera el té y
comentó en voz baja:
—No se casó.
Cecilia se retiró regalándome una
sonrisa que iluminó la sala y tras de ella se fue la gata.
—Tal vez la Camila que algunas personas ven
en el ventanal del primer piso, sea su nieta —comenté.
—Tal vez —dijo Clara Núñez, me pareció
que iba a decir algo más, pero se retuvo y me miró a los ojos dibujando una
triste sonrisa que duro apenas un instante.
No me quedaban más preguntas, la leyenda
extraordinaria que había venido a buscar no existía, Clara me resultaba una
mujer sincera, le agradecí su amabilidad. Me despedí, prometiendo respetar cada palabra que la
señora Núñez me había dicho. Semanas después salió publicado el reportaje.
Recibí un llamado de Cecilia que me agradecía el buen trato que le había dado a la historia, me sorprendió su voz, sonaba opaca
como de una mujer mayor, intenté
invitarla a tomar un café, sus ojos me habían subyugado, con elegancia me dijo
que no.
El tiempo pasa y las crónicas van
perdiendo actualidad, el caso Camila Fuhr
pasó al olvido, al menos para mí. Dos años después, cuando casi había olvidado el tema, recibí un llamado de Clara Núñez, me rogaba
que fuera a verla, necesitaba conversar conmigo y según me dijo quería contarme
la verdadera historia de Camila.
Quedé masticando ideas sin sentido. ¿Entonces
lo que me contó no era verdad?
Esa misma tarde fui a visitarla, esperaba ver a Cecilia, pero mi
esperanza quedó defraudada al ver a una
desconocida abrir la puerta. Me dijo que se llamaba Dora y me acompañó al
cuarto de Clara Núñez.
La encontré muy desmejorada. Me pidió
que me sentara cerca de su cama. Comenzó
hablando de su enfermedad, pero estaba seguro que no me había llamado para
hablar de eso. Su voz fue tomando un tono grave, de pronto me dijo:
—Sé que estoy en las últimas, lo dijeron
los médicos, quiero hablarle de Camila, aquella
vez que hablamos no le dije la verdadera
historia, o se la dije a medias, no era el momento. Recordara que ella había sufrido una grave enfermedad
que no tenía explicación, ni cura, eso
fue verdad. Camila se consumía día a
día, los médicos no le daban mucho
tiempo, buscando el milagro salvador, la llevaron a un chaman de una tribu del
amazonas. Fue con sus padres, yo quedé en Buenos Aires.
Se detuvo, comprendí que la agotaba hablar. Sobre su mesa de luz había una botella
de agua mineral le serví un vaso.
—Beba despacio —le dije.
—Camila quedó varios meses en Brasil, al regresar se
la veía renovada, saludable, pero no era la misma, algo había cambiado, su
esencia era otra. Se había convertido en otra mujer, era mala, agresiva con sus
padres, conmigo, cuando la gente clamaba
por ella y se acercaba a la reja del jardín, ella maldecía. Mi enfermedad tiene sus raíces en sus enojos, cuando le reprochaba su actitud y pretendía hacerla
cambiar, Camila se enardecía, era otra. Comencé a temerle, creí que un demonio
la habitaba. Intenté irme, abandonarla y no pude.
—¿Por qué?
—Cada vez que quise dejar la casa, las
puertas se cerraban solas, se perdían las llaves, nunca logré
marcharme.
—¿Por qué hicieron correr la leyenda de
que había muerto?
—No lo sé, ella tomó esa decisión.
Creí que estaba desvariando, que la
enfermedad la habría sumido en una demencia senil, era demasiado increíble lo
que relataba. Me puse de pie con intención de irme, y pregunté:
—¿Y Cecilia sabe toda esta historia?
La cara de la señora Núñez se
transformó, vi que su pecho se agitaba y haciendo un esfuerzo dijo:
—Cecilia era Camila.
Ahora sí que no entendía nada, caí de
nuevo en la silla y me convencí que Clara Núñez estaba loca.
—No la entiendo —dije, acercándome para
escuchar mejor.
Por las mejillas de la anciana rodaron
dos lagrimones, quedó unos instantes en silencio y prosiguió:
—Camila regresó diferente del Amazonas, la
dulzura tan natural en ella, se había esfumado, no sé que le hicieron, pero nunca
envejeció. Sólo atendía a personas ricas que le pagaban fuertes sumas para que
les devolviera la salud.
—¿Pero las curaba? Usted me confunde, me había dicho que su
poder no era real.
—Durante su encuentro con el Chaman,
conoció misterios de magia negra y con
esos poderes, curaba, pero sólo a quien ella quería. Manipulaba a las personas
que en su desesperación, daban todo para ser curadas y recibía no sólo dinero,
también propiedades, generalmente eran personas sin familia que al morir, la
dejaban como única heredera.
—¿Morían de forma natural?
—Lo dudo.
Me estremecí al escucharla y mientras lo
hacía me di cuenta de algo.
—Es una locura lo que usted me cuenta,
casi una novela de terror. ¿Por qué no hizo la denuncia y por qué, dijo:
“Cecilia era Camila”
—Vamos por partes. En un descuido de
Camila, llamé a la policía, ella con su bonhomía fingida les dijo que yo sufría de alzhéimer y le creyeron.
Mi vida fue de terror, encerrada por
años en esta casa y siendo testigo de su maldad, pero eso ya terminó, hace seis meses que Camila está muerta…por eso
le dije:”Era”.
—¿Debió decirme la verdad de esta
historia hace dos años? La hubiéramos
desenmascarado.
Un acceso de tos no la dejo continuar,
yo la miraba incrédulo ante sus palabras.
Al serenarse, se acomodó en el lecho y
siguió hablando.
—Si yo le hubiera relatado la verdad, usted
no hubiera salido vivo de esta casa. He vivido prisionera del miedo, ya le dije su violencia era demencial. Pero
eso terminó. Yo la maté.
La miré asombrado, me había dicho que
durante años le temió y ahora que ella le había dado muerte. Volví a dudar de
su salud mental, guardé silencio y seguí escuchándola.
—Durante años imaginé mil maneras de darle
muerte, pero nunca llegaba a cumplir el plan. Esta vez, me dije que tenía que
ser la última, di el fin de semana libre a Dora la mujer que nos acompañaba en
la casa, quedamos Camila y yo. El sábado
temprano, bajamos a desayunar, dejé que ella se adelantara un escalón y sacando
fuerzas no sé de dónde la golpee con mi bastón, primero perdió el equilibrio y
luego al segundo golpe intentó sujetarse del pasamanos y al hacerlo tropezó con
minona, nuestra gata y fue rodando por los escalones y al llegar al piso, su
cabeza dio contra la maceta, quedó inmóvil. Bajé lentamente, y cuando ya la
creía muerta; alzó la cabeza y allí sí, mi
bastón terminó con ella. Por favor deme más agua.
Se agitaba, la descripción fue tan clara
que fui contemplando la escena segundo a segundo. Clara Núñez comprendió mi
asombro y dijo:
—No encontré otra solución, estaba
habitada realmente por el demonio.
—Pero dónde está, qué hizo con el
cuerpo.
—Ella había preparado en el jardín de
atrás de la casa, un pozo, le contó a Dora que iba a construir un macetero.
Hizo colocar un borde de piedras para sostener la tierra y me sorprendió el
tamaño, cuando se lo comenté, entre
risas y burlas, me dijo que iba a ser mi
tumba, la miré a los ojos e intuí que no estaba jugando. Era el momento de
decidir; ella o yo. Se sentía muy segura de su poder, yo era la enferma y ella
la joven poderosa, pero… alguien me ayudó, no creo que haya sido Dios, pero la
fuerza que me impulsó en aquel momento,
fue algo superior. Me convertí en una asesina. La arrastré hasta el jardín, empuje el cuerpo hasta el hueco del macetero
que ella había mandado a construir y con paciencia la cubrí con la tierra del
mismo pozo, que había guardado para
cubrirme. El domingo llovió y el agua asentó el cantero. El lunes regresó Dora
y me encontró tirada en un sillón sin poder moverme, el esfuerzo había sido
demasiado. Dora asustada llamó a una ambulancia.
—¿Y qué le dijo a Dora, cómo justificó la ausencia de Cecilia?
—Dije que había viajado a Brasil. Estuve
internada varias semanas, mi cardiopatía se había agravado, los médicos no
querían darme el alta, pero yo les pedí me dejaran salir, sabiendo que mi
tiempo de vida iba a ser corto, quería pasar mis últimos días en mi casa.
Quiero que está historia se conozca, y se investigue, si es necesario firmaré
una declaración escrita, no quiero llevármela a la tumba, ya le dije; no
encontré otra solución, sólo pido que Dios me perdone.
Cerró los ojos y pareció quedarse dormida, abandone el
dormitorio, noté que faltaba la gata blanca.
Me acerqué al ventanal del salón donde
habíamos hablado por primea vez, desde
allí pude ver el macetero, estaba cubierto de flores. Dora se acercó y comentó:
—Vio que bonito, son prímulas, las
planté hace un mes y ya están en flor, se ve que es buena tierra ¿no?
—¿Y la gata blanca? —pregunté.
—Cuando la señorita Cecilia se fue a
Brasil, la gata desapareció.
29 comentarios:
Una historia algo extensa, pero los invito, creo vale la pena leerla.
mariarosa
¡Claro que vale la pena! Me encantó, mantenés la intriga y el suspenso a lo largo de todo el relato. Muy bien construido, Mariarosa.
Besos.
UFFFFFF, INTRIGANTE!!! DE PUNTA A PUNTA, EXCELENTE!!!!! NO ME PERDÍ NI UNA COMA.
ABRAZOS
Pues sí María Rosa, merece la pena leerla. A mi me ha parecido fantástica y muy bien llevada hasta el final. Una historia muy interesante con ese punto de misterio.
Me ha mantenido muy entretenida mientras la leía, y me ha encantado.
Un abrazo.
Que maravilla , un relato que te mantiene en vilo y más; en la segunda parte con la confesión...
Un fuerte abrazo.
María Rosa, la historia es puro escalofrío...Es todo un misterio, que sobrecoge y cautiva.
Mi felicitación por tu maestría y buen hacer, amiga.
Mi abrazo y feliz domingo.
En los 50's sí que pasaban cosas raras... Aún así, la gente continúa creyendo en santos y curanderos...
Excelente historia.
Saludos,
J.
Que buena historia, con giros argumentales, una leyenda que es desmentida. Para luego descubrirse una consecuencia oscura.
Saludos.
Guau Maria Rosa, me has tenido totalmente enganchada de principio a fin. ¡Es una historia fantástica! Me encanta el misterio, y esa forma de contarlo, me has puesto los pelos de punta, ¡¡qué maravilla!!
Muchos besos :D
Te aseguro que nunca he pasado más miedo en un espacio de tiempo tan breve. Ahora mismo tengo la garganta seca, acartonada.Es una historia más misteriosa y apasionante que las de muchos autores de misterio de reconocido prestgio. Estoy todavía bajo una fuerte impresión.
Y además nos has dejado el cabo de la gata suelta...
Un abrazo y mi enhorabuena por el relato. Franziska
Manejas bien el suspenso. Con esa manera de una Ágata Cristhie. Finales sorpresivos. Y ese elemento decisivo, la gata que desaparece con la muerte de Camila. UN abrazo. carlos
Excelente María Rosa. La extensión no tiene importancia para quienes gustamos leer, que puedo decir yo cuando la mitad de lo que publico también es extenso.
Me gustó mucho, buen argumento, buen desarrollo, atrapa de principio a fin, imperdible. Un placer de lectura.
Un abrazo.
La gata era la conexión maléfica que la unía a Camila. Muy buen relato, con un final inesperado, como todo buen relato de suspenso.
Un gran abrazo María Rosa.
La gata hullo del terror.
Larga historia pero buena.
Un abrazo.
Ay María Rosa... qué suspenso, en un momento me dio escalofríos como cuando la otra vez pasaban por la tele historias de La Recoleta. Temblé todo el programa, no sé... Maravilloso, aplausos, qué más te puedo decir. Sí, tienes que escribir una novela policial o algo así si todavía no la escribiste porque eres muy talentosa amiga. Sabes que te admiro desde hace mucho.
Beso grande.
Pd Si envías el cuento a un concurso sacas el primer premio. Te felicito.
Un texto escalofriante. Excelente trama, mi amiga.
Saludos
No te ha faltado ni un detalle para tenernos a todos atentos a este misterioso y escalofriante relato.
Siempre te digo que tus letras enganchan y eso es primordial para despertar el interés por la lectura de cualquier libro o relato.
Cariños.
kasioles
Querida amiga.Tus escritos siempre atrapan al lector,pero hoy con tanto misterio,se te encoge el alma desde el principio hasta el final.Tienes una imaginación prodigiosa y te mereces un aplauso prolongado
Ahora estaré un tiempo ausente y sin poder comentar, ya que mi hija me necesita.
Muchas gracias por tus amables comentarios.
Un fuerte abrazo
Impresionante relato que nos lleva desenfrenadamente en busca de más, realmente el final misterioso y escalofriante es tan tuyo, eres una maestra para estos relatos, te felicito María Rosa.
Abrazo
Paso a aclarar tu pregunta, aunque no vas desencaminada en tu apreciación.
Aquí se conoce por codillo al trozo de la pata del cerdo que va desde la pezuña hasta la siguiente articulación, que sería el codo, de ahí el nombre.
Es un plato muy típico en Alemania y lo sirven acompañado de una berza ácida que recibe el nombre de chucrut, yo he preferido ponerlo con repollo al ajo arriero, de una u otra forma, así cocinado como te digo, es una delicia, además es el horno el que se encarga de hacerlo.
Te dejo un fuerte abrazo.
kasioles
Gracias amiga por este intrigante y escalofriante relato.
Mientras se lee te adentras en ese territorio, esperando el fin que siempre nos sorprende, el macetero es precioso, acompaña muy bien al relato.
Un abrazo.
Ambar
Extensa pero muy interesante, y además con intriga. Me ha encantado María Rosa. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
¡¡Bueno,...excelente el relato,...Una historia que navega entre la convicciòn de creerla a pie juntillas...o disimular algunos rasgos de la historia por mera incredulidad. Magnífica la idea, superior la narrativa. y preponderante el misterio...Yo estoy por creerla. Más aún, ¡¡me convenciste María Rosa.!!...Hoy al acostarme, miraré bien tras la puerta y debajo de la cama...Saludos amiga. Juan Angel Petta
Maravilloso relato, lleno de intriga y misterio.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Una buena historia, me la he leído completa y me ha gustado...
Paz&Armonía
Isaac
Imposible no leerla hasta el final, te engancha desde la primera frase. Te felicito por tan intrigante relato. Abrazos.
Estupendo relato. Tuvo que sacar fuerza de donde fuera para esa lucha final por vivir. Una jardinera con mucha historia y... fertilizante. La gata, de por sí que les temo, será que nunca faltan en ese tipo de circunstancias míticas o reales.
Te felicito... algo larga, por eso vine hoy con calma para disfrutarla.
Un abrazo de anís.
Un buen relato nunca se hace largo, este tuyo es fantástico, tienes un toque especial para las tramas de misterio , estimada María Rosa
Como siempre un placer pasar por tu casa y disfrutar tus letras
Un cálido abrazo en la noche
Todo tu arte y esa sagacidad tuya en cada relato
me parece muy bueno ,para un guión de una franquicia de cine...
sin dudas que hay misterios que solo quien los acomete
sabe al fin la auténtica verdad.
un abrazo.
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