Para
algunos la maldad es inherente al ser humano
Nace
con él y “el contrato social” actúa como un freno.
Para
otros, el hombre no nace ni bueno ni
malo y son las condiciones de crianza y desarrollo en sus primeros años las que
determinan su origen.
DR
Norberto Abdala. Doctor en Medicina Psiquiatrica. Docente Universitario.
MALDAD.
Yo dudaba de que existía la maldad, no comprendía que algunos seres tuvieran capacidad de hacer daño a otro.
Sus arranques de celos eran violentos. Había llegado a pensar que ella disfrutaba al ver mi agotamiento luego de cada pelea. Vigilaba mi celular, mis bolsillos y a pesar de que nunca encontró nada, insistía en dar vuelta mi escritorio y mis archivos. La vida a su lado era casi una tortura.
La llevé a varias consultas médicas,
pero fue en vano. Creía que los psicólogos y psiquiatras eran enemigos que se confabulaban conmigo
para hacerle daño. Ellos decían que su enfermedad era un exceso de amor hacía
mí. Yo lo dudaba.
Intenté varias veces abandonarla, pero
mi intención moría al verla llorando y
jurando que iba a cambiar, me parecía tan indefensa.
Nos mudamos a un barrio tranquilo, en la afueras del gran Buenos
Aires. Creí que en aquella paz estaría
mejor. Cercana a nuestra casa, estaba
la estación del ferrocarril. Allí encontró
una nueva muletilla. En cada discusión, me decía; ¡Me voy a tirar bajo el tren!
Realmente no le creía. La parodia del tren me fue
cansando, la dejaba irse y luego con tranquilidad iba tras ella y la
encontraba en alguna esquina, sentada en el cordón de la vereda, con los ojos
enrojecidos y balbuceando palabras incoherentes.
Llegó un momento en que mi cansancio era
tal, que ansiaba que tomara la decisión
y cumpliera su amenaza.
El último escándalo fue con una empleada del banco, en una ciudad pequeña, todos se conocen y se saludan por su nombre.
Un día mi
esposa me acompañó y al escuchar a la cajera decir:
—Buenos días Santiago ¿cómo estás?
Los celos le cambiaron la mirada y su
cara enrojeció. Me insultó y le dijo a la empleada tantas barbaridades, que la
joven quedó en silencio, mirándola asombrada. Sin dejar de gritar, salió a la
calle. No la seguí. Quedé de pie en la escalinata del banco, respirando profundo
y tratando de serenarme.
Horas después, recorrí el barrio
buscándola y al fin la hallé en la
estación de trenes.
Caminaba por el andén, al verme comenzó
a gritar palabras desordenadas, se
frotaba las manos con gesto nervios, se
alejaba, volvía la cabeza y me insultaba. Me acerqué, estaba fuera de sus cabales. Una voz por el
alto parlante, anunció que un tren
entraba a la estación. Era el rápido a Retiro. Ella se acercó al borde del andén, se balanceaba y me miraba con una furia que estremecía. La tomé del
brazo, intenté llevarla hacia atrás, faltaban segundos y el tren estaría a
nuestro lado. En esa pequeña fracción de tiempo, y riendo como una desquiciada,
intentó empujarme a las vías,
me solté de sus manos y caí de rodillas sobre el piso del andén, en el impulso, perdió el equilibrio y fue ella
la que cayó a las vías y el tren cruzó
frente a mí. Me cubrí la cara desesperado mientras el traqueteo de los vagones
me aturdía. Un minuto, dos, no sé cuanto
fue el tiempo, alguien gritó: ¡Avisen a
una ambulancia, está viva!
Me acerqué. El odio de sus ojos me
espantó y con el último aliento me dijo:
¡Maldito seas... yo quería matarte!
20 comentarios:
Uyyy, los celos pueden convertirse en locura. ¡Pobre mujer!
Me gustó mucho este pequeño cuento.
Saludos María Rosa.
A veces, los celos y la maldad, llegan a estos extremos.
Un abrazo.
Hasta donde llega la locura que lamenta haber sobrevivido. Y que peligrosa que puede ser, hasta que extremo puede llegar con sus celos.
Inquietante relato.
Un abrazo.
Qué angustia de mujer. Verdaderamente una historia impresionante sobre los celos desmesurados.
Una enfermedad en este caso que llega a la locura.
Genial mariarosa, me ha encantado, y la forma de contarla es regia.
Mis felicitaciones, porque en ella me has mantenido expectante.
Un abrazo.
El problema siempre está afuera, no es nuestro, siempre, eso lo sabe cualquier esquizofrénico...
Saludos,
J.
Ah, lo quería matar a él. Que peligrosa.
Bien logrado lo inquietante del relato.
Un abrazo.
Cuanto puede una pasión. Me hizo acordar de El Túnel y JUan Pablo Castel. Un abrazo. Carlos
la maldad se hizo carne en sus intenciones
muy buen relato
saludos
Qué equivocados estaban los psicólogos, lo que sentía ella no era exceso de amor, sino la posesión absoluta y una mente desquiciada. ¡Pobre quien cae en manos de un pulpo así!
Muy bien relatado, Mariarosa.
Besos.
Por suerte nadie murió, bueno sí, su relación enfermiza, supongo.
Un saludo.
Los celos es el peor enemigo.
Como siempre una historia apasionada en leer.
Un abrazo.
Los celos son los peores enemigos que cualquiera de los mortales podemos padecer. Como siempre, perfectamente escrito. Mi cariño desde tú otra casa.
Peligrosos los celos, hasta donde pueden llegar!!!...
Un placer leerte querida amiga.
Un gran abrazo.
Como todos, uno hermoso relato. Lleno de intriga y de misterio.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Terrible. Vivía con una persona muy enferma. El infierno mayor puede caber en un ser humano. La mente es un misterio. La capacidad de crear fabulaciones es nuestra cualidad más humana, la que mayores y más hermosas cosas ha creado pero también la que ha producido los mayores horrores. Alterar la verdad hasta convertirla en odio. Desgraciadamente, situaciones así se dan a menudo: están en los periódicos. Como si no se explica la muerte de seres inocentes, entre ellos niños, que han sido asesinados en Niza. ¿Qué justificación puede tener? Es un relato, como todos los tuyos, lleno de interés. Un abrazo. Franziska
Ho etto con grande interesse, un saluto dal Piemonte.
Costantino.
que terrible estimada
hay muchas historias de estas...
en la realidad mas d e las veces si acaban con uno de ellos
en forma brutal...
hay enfermedades que nunca se curan!
Una historia llevada a su extremo pero no por ello menos real.
Recuerdo el caso de una cliente, de cuando tenía tienda de alfombras y cortinas, que me encargó que le tomase las medidas de las ventanas. Cuando llegué a la casa ya me esperaban... Dos. Ella y una amiga. Todo natural. Entramos y mientras la cliente se perdía por alguna habitación abriendo ventanas su amiga me dijo: "estás aquí porque yo estoy aquí..., sino tú no entras en esta casa". Y ante mi extrañeza prosiguió: "se casan en pocas semanas, el novio tiene unos celos enfermizos"...
No son buenos para nadie, cierto, pero para quien es el destinatario menos!
Un abrazo, Mariarosa.
Los celos y la envidia siempre van unidos a la maldad. Doy buena fe de ello.
Besos amiga y feliz semana.
Una historia triste, la falta de confianza, de autoestima y la falta respeto por el espacio del otro son una pésima combinación. Aquí hay falta de amor.
Abrazos amiga.
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