sábado

¿Quién mató a la doctora? 4



4º ENTRADA.

El último informe del forense  los sorprendió,  Camila Torres estaba embarazada.
Garmendia daba vueltas en la oficina, tratando de ordenar sus ideas, a su lado Carmona lo miraba sin decir palabra.
—Que caso raro, una mujer en apariencia solitaria, con un amante  que la adoraba y la  esposa de él que seguramente  aceptaba  la relación,  colegas que dicen que era excelente profesional y muy seria con su vida privada. Nadie la conocía o mintieron. Un joven desconocido que juega a ser un amante apasionado y que la enloquece de amor y un embarazo que aparece como gran novedad. Creo que si encontramos al padre de ese bebe, encontramos al asesino. Hay que hablar con el doctor Sardou, necesitamos una muestra  de su sangre. Encárgate  vos Carmona.
Lo interrumpió el celular de Carmona. Hablaba en voz baja, fueron pocas palabras y cortó.
—Era Paula, dice que  una compañera le aseguró que la doctora Camila y  Miguens eran algo más que compañeros de trabajo…
—¡¡Bingo!! Dios mío, necesitamos otra una muestra de sangre de Miguens.
Garmendia quedó pensativo, de pronto preguntó:
—¿Cómo es que Paula tiene tu celular…?
Carmona no respondió y Garmendia no insistió, ya conocía demasiado a su ayudante.

Días después llegó el resultado de los análisis. Ni Sardou, ni Miguens eran los padres del hijo que esperaba la Doctora Torres.
—Entonces hay un tercero  que no conocemos —dijo Garmendia—Habrá que comenzar todo  de nuevo,  volvamos al departamento.

El encargado les dio las llaves y mientras el ascensor los llevaba al tercer piso, Garmendia  comentó:
—Tendríamos que haber preguntado al portero, ellos conocen a cada uno de los habitantes del edificio, se nos pasó por alto.
Carmona asintió.  Fueron directo al departamento.
Volvieron a revisar cajones, estantes y en un mueble del baño encontraron una caja con espuma de afeitar y una navaja. Las colocaron en una bolsa y la llevaron como prueba. La agenda seguía junto al teléfono, la hojearon nuevamente sin encontrar nada interesante, hasta que Carmona desarmó el plástico que la cubría y debajo encontró una tarjeta  escrita con tinta roja: “Basta de juegos, mañana te espero a las 18 en el bar de Pocho”
Garmendia quedó mirando la nota.
—Esta letra la conozco, ¿qué decís Carmona, no te parece conocida?
Rápido como una luz, respondió:
—La tarjeta que nos dio el director  con el teléfono del sobrino, es la misma letra.
En la cartera del detective los papeles se unían unos dentro de otros, al fin encontró la tarjeta de Carranza y la agitó en el aire.
—Acá está.
Compararon la letra, los números y el papel, eran iguales.
Al bajar, fueron directamente a ver al encargado del edificio. Repitieron las preguntas de siempre, si la visitaban amigos, familiares. 
—La Dra. Torres era una mujer muy agradable —respondió el portero—. La visitaba un caballero que se quedaba algunos  fines de semana en los que ella no tenia guardia, los domingos por la tarde, él se iba. Últimamente se los escuchaba discutir mucho, menos mal que el departamento de al lado estaba desocupado.
—¿Cómo era el señor que la visitaba?
—Unos cincuenta años, no muy alto y calvo, vestía siempre de traje.
—Gracias, ¿algún dato más?
—No recuerdo…ah sí… su auto era un Chevrolet ónix  gris. Hace unos días, después de fallecida la doctora, él, intentó ingresar al departamento con su llave y no pudo, ya  habíamos  cambiado la cerradura; me pidió entrar y no se lo permití.
—Hizo bien, gracias.
Se despidieron con la seguridad de tener al autor del crimen ya localizado.

Días después las huellas dactilares anunciaron el nombre de Carranza como el visitante  al  departamento de Camila. El grafólogo confirmó que la letra de las tarjetas era de la misma persona  y solo faltaba el ADN que semanas más tarde se reafirmó; Carranza era el padre de la criatura que esperaba Camila.
El director los recibió en su oficina sin escándalos y aceptó tranquilamente la imputación y cuando  le preguntaron  ¿por qué la había matado?  Respondió:
—Era imposible para mí vivir sin ella y más terrible soportar sus engaños. Su relación con el doctor Sardou ya era normal, pero al enterarme lo de mi sobrino, creí enloquecer. Camila me pedía dinero, dinero, no sé que hacía con él,  me chantajeaba  con provocar un escándalo ante las autoridades del Hospital.  Aquel día discutimos en la calle, iba a arruinar mi carrera  profesional como lo  había hecho con mi vida privada y en un acceso de locura  la maté.
—¿Un ataque de locura? Pero usted iba preparado con una navaja, fue premeditado.
Miró a Garmendia con una mirada extraviada, sólo dijo:
—No puedo olvidar su cara de terror cuando vio la navaja en mi mano…


 FIN.


18 comentarios:

Meulen dijo...

saludos Rosa

bueno. al parecer la policía hizo bien su pega y que la verdad salga a la luz...
luego vendrán los abogados a alegar mil cosas y capaz hasta lo liberen...

un muy buen contado cuento realidad...

jugar con fuego al final siempre termina mal...

te dejo un abrazo!

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Eso se llama hacer una buena investigación.
Y se contestó una pregunta que hice, Carmona logró algo con la joven y atractiva enfermera.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Bueno,...bueno,...la buena policía siempre gana...Insisto en calificar la historia como muy interesante.. A veces lo subterráneo es mucho mas que lo superficial. Vivir peligrosamente para morir misteriosamente....Una fórmula que no falla. Muy bueno, con calidad y método. Felicitaciones María Rosa. Juan Ángel Petta.

Elda dijo...

Bueno, al final quedó cada cosa en su sitio.
Hay que ver como engañan las apariencias, una mujer que parecía llevaba una vida tan ordenada, pero sin embargo vivía arriesgando en amoríos.
Un buen cuento María Rosa que seguí expectante.
Un abrazo.

Abuela Ciber dijo...

Siempre de alguna forma la verdad sale a flote
Grato leerte
Te deseo una buena semana
Cariños

TIGUAZ dijo...

Un muy buen relato y un final diría que sorprendente. Felicitaciones sinceras. Un beso desde Galicia.

Mª Jesús Muñoz dijo...

Impresionante ese final...La digna y buena doctora tenía una vida amorosa muy peligrosa...Y el asesino la quería de forma posesiva para él solo...Actuó con gran frialdad y poco amor...
Mi felicitación y mi abrazo grande por esta historia policiaca tan bien llevada, Maria Rosa.
Feliz semana y gracias por tu entrañable cercanía.
M.Jesús

Rosana Martí dijo...

Muy bueno María Rosa, como bien dice nuestra querida MªJesús el final es realmente genial. Al parecer Camila no era tan buena, jugaba con fuego y al final se quemó a base de bien.

Un abrazo inmenso.

omar enletrasarte dijo...

ha sido muy, pero muy bueno
saludos, es para recomendar

el oso dijo...

Buenísimo, me encantan los casos intrincados y con alguna sorpresa en su resolución.
Y Camilita tenía sus secretillos...
Besos

La Dame Masquée dijo...

No nos ha defraudado. Usted siempre tiene algún as en la manga para mostrarnos al final. Brillante, María Rosa, también en este tipo de relatos de mayor extensión que los que suele ofrecernos.

Feliz tarde

Bisous

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Los enredos amorosos por lo general terminan crímenes pasionales, buen final.

Un abrazo.

Mirella S. dijo...

Muy ameno para leer, el lector hace sus propias conjeturas, que tiene que ir descartando, hasta llegar a un final muy bien urdido.
Me gustan esas parejas de detectives que no son demasiado parecidos, pero que se complementan en el trabajo.
Besos, Mariarosa.

cachos de vida dijo...

Maravilloso relato, de principio a final-.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.

María Socorro Luis dijo...


Sorprendente final para una historia policial muy bien tramada. Todos eran sospechosos y nos llevaste muy hábilmente por el camino de las conjeturas.

Cariños

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Un buen cuento, en este tenor, deja al lector en duda sobre el autor del crimen. Quizás estaba Garmendia, pero no con contudencia. No todos logran su capacidad de urdir la historia, con la distracción para el lector. Un abrazo. Carlos

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Corrección: Carranza.

Anónimo dijo...

Que misteriosa es la vida privada de las personas, pero por mucho que se quiera sofocar el fuego el humo siempre se eleva y el viento lo lleva.
Ya había leí los tres pimeros y comentado, pero el tiempo influye en mi memoria y se me olvidó, ahoa ya lo he leído todo.
Un relato ameno y que al leerlo entero me ha gustado más.
Un abrazo.
Ambar

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