La
lluvia de aquella tarde me obligó a refugiarme
en un bar, cuya fachada poco atrayente
me intimidó; pero afuera llovía a cantaros y era el único lugar abierto en
aquel domingo destemplado. Tomé asiento y en seguida llegó el mozo. Había varios
parroquianos que me observaban indiscretos y con mirada torva. El café era bueno, lentamente lo fui
saboreando, mientras observaba a los personajes que habitaban aquel lugar
salido de una película de misterio. Las paredes oscuras mostraban fotos de
Italia, puertos, montañas; era el único decorado a la vista.
Cerca
de la puerta de entrada, tres hombres
discutían sobre fútbol, sus voces se elevaban con palabras soeces y
risotadas. En otra mesa un joven bebía en silencio su cerveza, y no quitaba sus ojos de la mujer rubia que atendía la caja.
En el otro extremo del bar, un piano y
un hombre vestido con un traje azul, en
el cual la mano del tiempo había dejado el sello de su paso. Llamó mi atención
su inmovilidad; el cabello largo y descuidado le caía sobre la cara y no me permitía ver sus
facciones. Buscaba algo en el fondo de un vaso de vino que bebía a pequeños
sorbos y por momentos murmuraba palabras
en un dialecto italiano e
incomprensible. No podía dejar de mirarlo. El humo de los cigarros fue
dando al bar un color ilusorio, afuera había oscurecido, adentro la poca luz,
acentuaba un ambiente irreal. El hombre
del vaso de vino movió sus manos, masajeó sus dedos y comenzó a acariciar las
teclas. Surgieron las notas de “Caruso,”
Mientras el silencio fue cubriendo el bar, estábamos atentos al pianista. Era
el dolor de la música que se alzaba desde el piano; ni el sonido de un suspiro
quebraba el aire, cuando la voz se elevó con un tono emocionado.
“Te voglio bene assaire
ma tanto tanto bene sai
è una catena ormai,
che scioglie il sangue
dint` vene sai…”
Piano
y cantante flotaban amalgamados entre la bruma del bar, rebosaba tanto sentimiento
en esa voz que pude ver el mar reluciendo bajo la luna, las luces de los barcos
que se aproximaban a la playa y la ciudad de Sorrento esfumándose como un sueño
ante mis ojos entrecerrados. Me
conmovió, no sé cuánto duró la canción, había logrado que todos los presentes
estuviéramos pendientes de ella. Terminó de cantar y el hombre volvió a su vaso de vino y quedó con la cabeza
inclinada sobre el pecho.
El
silencio deambulaba entre las mesas. Todo era diferente; lo pude ver en los
ojos de los parroquianos y en el brillo húmedo de sus miradas.
Al
salir la noche reinaba en la calle; había dejado de llover y hasta el frío de julio se había transformado
en primavera.
Fragmento de "Caruso"
de Lucio Dalla.
"Aquí donde el mar reluce
y sopla fuerte el viento
sobre una vieja terraza
frente al golfo de Sorrento
un hombre abraza a una muchacha
después de que había llorado
luego se aclara la voz
y vuelve a dar comienzo al canto.
Te quiero mucho,
pero mucho, mucho, sabes...
es un cadena ahora
que funde la sangre en las venas, sabes..."
22 comentarios:
Y si, en un domingo de agosto, todo es posible,....hasta escribir esta bella historia, bella y nostálgica,... Una somera pero riquísima descripción de un bar como muchos otros, donde cada uno de los parroquianos desgrana sus pensamientos en misteriosos silencio y pesadas ilusiones. Y un pianista tan especial como la canción que canta..
Repito, bella historia, con la belleza pródiga de las verdades que se ocultan en lo profundo del alma. Una vez m´,..GRACIAS, estimada amiga y noble escritora.JUAN ANGEL PETTA.-
Como siempre, tu relato me ha atrapado desde el principio hasta el final. Un abrazo
María Rosa, recojo ese precioso mensaje que nos dejas en tu historia: La vida siempre nos regala un milagro de amor en cualquier rincón del mundo...Ese pianista y cantante se dejaba el alma en su canción, que todos recogían como brotes de emocionada primavera...El corazón humano es capaz de romper la tristeza y atravesar la lluvia para buscar el sol.
Mi felicitación y mi abrazo de luz por tu hermosa historia, amiga.
M.Jesús
El relato es precioso , con ese toque de melancolía que hace pensar en momentos similares .. y ahhh Caruso .. por dios!! toca el alma
un abrazo fuerte y buen inicio de semana!
Lindísimo María Rosa !
Caruso es una de las canciones más bellas. No podés salir de la emoción y la poesía que te producen esos versos. Y el italiano es un idioma muy dulce.
Todo está para soñar y dejarse ir ...
Me encantó !
Mil besos.
(Acá llueve otra vez. para variar)
Interesante y no es menor en tu texto el interesado en la cajera rubia.
Es compatible con el pianista.
Bien escrito.
Cuánto puede una canción de caruso, para elevar el espíritu. Un abrazo. carlos
Muy bien definido el ambiente del antro. Casi veo al pianista y el humo del cigarro.
Saludos María Rosa.
La verdad es que muchos podríamos haber visto esas imágenes a través de la voz y la música del pianista. O lo que es lo mismo, a través de tus palabras.
Bonita historia. Cargada de sentimiento y realismo.
Un abrazo, Mariarosa.
Las apariencias engañan, María Rosa, en ese tenebroso bar había algo maravilloso y tú lo disfrutaste.
Una abrazo.
Me has transportados a epocas que se añoran
Cariños
Casi que esperaba que hablaras de 'Piano Man' de Billy Joel...
Saludos
J.
nostálgico relato MRosa
sucede en lugares donde el tiempo pareciese detenerse
instante mágico
atmósfera bucólica
emoción acompasando
abrazos
Bello bello bello, cada día más. Mi sincero aplauso desde Galicia.
Enhorabuena.
Siempre sabes llegar a lo mas profundo del que te lee.
Abrazos
IMÁGENES MUY POÉTICAS!!
ABRAZOS
¡Qué maravilla María Rosa! Ese ambiente nostálgico, ese piano, la canción, el humo,los personajes,...hace que nos adentremos en ese bar italiano junto a tu protagonista para pasar una tarde memorable refugiados de la lluvia.Me encantó este relato que además es evocador e inspirador de algún verso futuro...
Un fuerte abrazo
Una maravilla de relato.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Me gustó mucho la atmósfera que armaste alrededor del pianista. El tema musical es precioso, más todavía en dialecto napolitano y le cabe bien a la historia.
Un abrazo, Mariarosa.
Te dejo mis deseos de un buen fin desemana !!!!
Cariños
En cualquier parte se puede hallar el alma y sus recónditos modos de salir, dispararse hacia el corazón y luego volver al silencio para que cada uno disponga de tiempo para el reencuentro con sus sentimientos. Una ocasión que proporcionó una lluvia pertinez y que dejó su impresión más honda por lo inesperado. Buen relato. Un abrazo. Franziska
Lo cuentas de forma tan vívida que lograste conmoverme y ver la escena!
Abrazos!
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