lunes

Las vecinas.



Historia de la vida real.




Me pregunto si se abran puesto de acuerdo para partir juntas.  Imagino que no, debe ser obra de la casualidad, de esa casualidad que a veces es tan causal que parece tener motivo para despertar nuestro asombro con sus acciones.
Lo real es que ellas ya no están. En cuestión de meses partieron las dos y las casas, juntas, se miran aburridas, tan solas y tristes.
Pienso en sus habitaciones, en sus muebles, el silencio deambulara por ellas, arrastrando tierra y telarañas, hasta algún papel ocioso, curioseara  desde la pata  de un sillón, esperando la mano de la dueña de casa que lo levante. Eso ya no volverá a ocurrir. Las dos están de viaje, en ese viaje que todos emprenderemos algún día.

Las recuerdo cada una en su casa, barriendo la vereda o cuidando el jardín, conversando entre ellas mientras mi paso lento regresaba del trabajo. Hoy sus jardines son bosques abandonados, las veredas cubiertas de hojas y tierra solo hablan de abandono.


Han puesto carteles de venta. Al menos queda la esperanza de que nuevas risas pueblen la cuadra, que los jardines perfumen nuestro paso y que un nuevo saludo sonría a  nuestras mañanas.  Así es la vida, pero se extrañan; Celestina y Melina. Ahora me doy cuenta que sus nombres terminan igual, hasta en eso las unió el destino.

21 comentarios:

TIGUAZ dijo...

Es la tristeza escondida de ese nuevo inquilinato que nadie quiso nunca, de aquella partida que tú tampoco deseaste y de la ausencia indolente que nunca quisiste, pero la vida, no tiene una determinada fecha de caducidad e inesperadamente nos arrastra a ese lugar que nunca deseamos. Me encanta leerte. Un fuerte abrazo desde tu Galicia.

Antorelo dijo...

Las paredes de las casas guardan el recuerdo de las personas que en ellas vivieron. ¡Qué placer leerte!
Un abrazo, amiga.

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Si además de vecinas fueron buenas amigas, esa unión hizo que partieran juntas... ninguna de las dos se quedó sola.

Un abrazo.

Tatiana Aguilera dijo...

Me gusta pensar que parte de ellas ha quedado entre sus paredes y, que de alguna forma continúan allí esperando acompañar los próximos habitantes que en algún momento sembrarán de vida las habitaciones.
Un fuerte abrazo María Rosa.

Mirella S. dijo...

Una sincronicidad tal vez no buscada conscientemente, pero deseada si eran amigas. Ninguna se quedó sola barriendo la vereda y viendo como en la contigua se acumulaban las hojas secas.
Un abrazo, Mariarosa.

Mavi dijo...

Mucho cariño se encuentra en esta historia.
Seguro que pronto llegará la primavera a ese jardin solitario.
besitos
Mavi

Unknown dijo...

Qué linda historia María Rosa !
Esas vecinas rieron juntas, lloraron juntas, vivieron juntas y partieron juntas.Para las dos, el mismo destino.
Yo tengo vecinos pero no tengo cercanía
porque vivo en una zona céntrica y enfrente tengo una plaza, a la izquierda una iglesia y a la derecha una escuela.Sólo una cuadra de vecinos
acaudalados con grandes mansiones. Yo tengo un departamento pequeño pero siempre anhelé tener vecinos como pasa en los barrios.Son destinos ¿no...?
Me encantó ! tiene mucha ternura.
Mil besos.
¡Feliz semana!

MaRía [Capri ] dijo...

Hay lazos que duran toda una vida y van más allá de la misma
Hermoso relato, lleno de ternura, de cariño, con esa manera tan tuya que llega al centro del corazón
Un abrazo fuerte

Ernesto. dijo...

Entrañables palabras de recuerdo y amistad por quienes prosiguen sus vidas igual que antes... En sereno caminar.

Y sí, María Rosa, en ocasiones la causalidad juega a casualidad haciéndonos caer en cuanta de cosas que, estando, pasaban desapercibidas.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Sólo un alma muy sensible percibe lo que describes (yo debo reconocer que soy demasiado ermitaña y ni siquiera sé quién vive frente a mi apartamento :s) y seguro notará el instante preciso en que nuevos aires lleguen a cobijarse entre esas paredes :)

José Manuel dijo...

Siempre queda algo de los que vivieron esas casas...por ejemplo este recuerdo.

Un abrazo

Soñadora dijo...

Curiosas coincidencias, imagino la ausencia que han dejado tras su partida, una se acostumbra y encariña aun cuando no lo note.
Besos!

omar enletrasarte dijo...

me gustó
saludos

Anónimo dijo...

Una muestra elocuente de poseer una fibra íntima de escritor, que se muestra tan claramente en esta historia...Muy Buena, maría Rosa,..
Ultimamente, los las historias son muy interesantes....Ultimamente, se refiere a los últimos veinte años. Ja..Ja... Un beso grande...
Juan angel Petta.

Joaquín Galán dijo...

Nos encariñamos con la gente que vemos a diario y cuando desaparecen de nuestras vidas,las echamos de menos.En el fondo es ese viaje definitivo -como lo llamó Juan Ramón Jiménez- el que nos hace meditar y añorar la vida cuando esta existía en su plenitud...

Un bello relato cargado de sensibilidad,María Rosa.

Abrazos

AdolfO ReltiH dijo...

QUÉ COINCIDENCIA!!!
UN ABRAZO

cachos de vida dijo...

Es triste la soledad de una casa deshabitada, una casa que un día tuvo vida y hoy solo recuerdos.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.

PEPE LASALA dijo...

Me has emocionado María Rosa, porque lo has escrito con una delicadeza tremenda. Me ocurre algo parecido con vecinos de mi niñez que eran mayores que yo y... ya no están. Espero que hayas tenido una buena Semana Santa. Nosotros ya estamos de vuelta en el blog contando cómo la vivimos. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala

Unknown dijo...

Se cogieron de la mano y juntitas cruzaron el umbral de luz que les abríría un nuevo sendero.
Cuánta sensibilidad destilan tus palabras, querida amiga.
Un abrazo y feliz fin de semana.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Cómo las casas pierden su encanto, cuando las dejan quienes las han vivido por tantos años, que luego cuando se van, dejan esa emoción de vacío.
UN abrazo. Carlos

José A. García dijo...

Se habrán puesto de acuerdo, sí.

Suerte

J.

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