lunes

Pequeños brotes.




 Imposible evitar el estremecimiento que  los recuerdos siguen produciendo en mí, despierto cada noche con  la ropa pegada al cuerpo y  la sensación de que la pesadilla renueva el drama.

Habíamos llegado a una  isla del Tigre, con mi amigo Sergio y dos compañeras de la facultad, Carla y Jimena, y las intenciones de divertirnos de cualquier forma.
Al recorrer  la casa de arriba abajo, llamaron mi atención dos escopetas y me dije que servirían  para nuestras aventuras; lo que nunca imaginé, fue que a partir de allí, mi vida sufriría un quiebre, y quedaría  marcada para siempre.
Era domingo y preparamos un asado que comimos a pleno sol; bebimos  como esponjas y luego nos sentamos bajo un sauce, mientras  el alcohol seguía de mano en mano. La conversación giraba de la política a los libros, las palabras brotaban en un sinsentido total, las voces subieron de tono y concluimos discutiendo. Me ofendía que no aceptaran mis conceptos, se burlaban de mí: al fin me levanté,  fui  a la casa y  regresé con una escopeta y les dije: “voy a matar conejos”. Sergio buscó la otra y con  ella al hombro  nos metimos entre los matorrales, las chicas nos siguieron. Los conejos no aparecieron, ni una miserable liebre se hizo ver, el alcohol nos hacía perder el equilibrio y cada tanto uno de nosotros caía entre los matorrales, mientras los demás festejábamos a pura risotada. Dos perros enormes  surgieron de pronto, salidos del  enmarañado bosque. A falta de conejos, apuntamos a los perros; el primero en disparar fue  Sergio, el animal cayó aullando,  el otro se nos vino encima y mis escopetazos lo hicieron saltar por el aire. Nuestra borrachera era tal, que seguíamos disparando y riendo,  mientras los animales estaban  muertos. De pronto una joven apareció frente a nosotros, miró a los perros y comenzó a gritar enloquecida, cayó de rodillas y los zamarreaba intentando darles vida. Nos miró, se puso de pie y nos grito: “Asesinos, hijos de puta” gritaba y repetía el insulto, una y otra vez. Sergio levantó el arma y disparó, Carla se fue sobre él tratando de evitar  el desastre;  demasiado tarde, la chica cayó  como una muñeca desarticulada sobre  sus perros. Jimena se acercó, le tomó el pulso y grito: “¡Está muerta!”. Sergio corrió hacia la casa y los tres lo seguimos, dejando a la piba y a los perros abandonados,  mientras el sol comenzaba a declinar en un cielo naranja y gris.
Llamé a mi viejo y nos dijo que limpiáramos la casa, para no dejar rastros de asado ni de nuestra  presencia.
La lancha del padre de Sergio nos vino a buscar.
Nuestros padres nos prohibieron  hablar del tema y nos sacaron del país, mi amigo rumbo a España y yo a Italia a casa de mis abuelos.

No he olvidado la cara de aquella chica, ni el espanto de sus ojos que me persiguen  cada noche; nada logra sacarme de la oscuridad, ni de las pesadillas, los siquiátricos en los que pasé buena parte de mis años, nada aportaron para darme luz. 
Aquella ilusión de llevar a término  la carrera de Letras se perdió como otras quimeras que intenté realizar.
Sergio abandonó  estudio, familia, su vida fue una sucesión de errores,  vencido por la droga y el alcohol. Carla y Jimena se esfumaron, a Carla me pareció verla hace unos años,  caminando por la Av Corrientes, traté de alcanzarla, su figura aparecía y se ocultaba entre el gentío que salía de la boca del subte; corrí, pero fue en vano, se evaporó ante mis ojos, como lo no vivido, como la juventud.




24 comentarios:

Unknown dijo...

Que gusto saludarte y despues de un tiempo largo de ausencia regresar y leer tus letras es bello..

Es una gran verdad escapar de los recuerdos es dificil pues al evocarlos afloran momentos que quedaron marcados... pero de ellos aprendemos.

saludos
un lindo comienzo de semana Maria Rosa.

lichazul dijo...

tristes destinos
desarticulados
como aquella víctima del disparo abandonados a su pozo y laberinto
quedan los protagonistas de tu relato

besitos y buena semana

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Errores de juventud que la vida no perdona... confesar la verdad, aceptar la culpa y pedir perdón puede ser una buena terapia.

Un abrazo.

Kasioles dijo...

Tu relato me pone la piel de gallina.
Hay recuerdos que, por mucho que queramos escapar de ellos, se mantienen grabados a fuego en nuestras neuronas y no conseguimos despegarnos de ellos.
Yo también he regresado de mis largas vacaciones, aunque no se actualizan mis entradas, ya estoy con vosotros en mi espacio.
Cariños en el corazón.
kasioles

Unknown dijo...

¡Guauuu !! me comí las uñas.
El alcohol suele ser el culpàble de atroces desenlaces.
Muchos besos.

Mercedes Pajarón dijo...

En ocasiones la vida nos da reveses...pero otras veces, somos nosotros mismos quienes nos buscamos un destino fatal.
Me ha gustado mucho ese tono tan triste, como de lamento, que destila este relato.

Un abrazo, María Rosa!

MaRía [Capri ] dijo...

La balanza de la vida siempre intenta buscar el equilibrio...


Un abrazo y feliz semana

omar enletrasarte dijo...

a veces, ansiosos por recordar nos asaltan nostalgiosas anécdotas, tan efímeras, tan parciales, tan dolidas como la pérdida de un tiempo al que quisimos pertenecer

saludos, muy emotiva entrada

Charlie El Balsero dijo...

WOW... LO QUE NOS DESCARGA LA VIDA AL CABO DEL TIEMPO...

MUY BUENO MARIA ROSA

BESOS
CARLOS

TIGUAZ dijo...

Siempre hay en la vida de cada uno de nosotros, digo siempre,algo de lo que arrepentirnos. En la mía una psicofonía en un cementerio donde un compañero, Blas,pisando un sepulcro se precipitó en un nicho. Un placer leerte Rosa María.

Anónimo dijo...


Una historia por demás interesante,..El alcohol y la estupidez humana en una mezcla explosiva...Muy bueno, amiga.....

Boris Estebitan dijo...

Una historia que culmina con un triste final para todos sus protagonistas, no siempre hay el final feliz.

Diana de Méridor dijo...

Al final, madame, hay veces en que no es necesario esperar a la justicia divina para que uno se lleve su merecido: la propia vida se encarga de darlo.

Feliz día

Bisous

José Manuel dijo...

El alcohol es un mal compañero, y si son aventuras de juventud no te digo. Les cambio totalmente la vida.
Un estupendo relato.

Un abrazo

Karima dijo...

Muy bien narrado, María Rosa. Un relato oscuro que desgrana las claves del comportamiento humano sobre crímenes tan abyectos como gratuitos. También perfila nítidamente el peso de la maldición que la chica les echaba en forma de insulto y que no lograron levantar ni en toda una vida.
Un abrazo.

Mª Jesús Muñoz dijo...

Tremenda esa experiencia, que pesaría para siempre en cada uno de los protagonistas...A veces unas horas, un día, una noche caen como una losa de por vida...La prudencia es sumamente necesaria, el hombre en manos del alcohol se convierte en una fiera y pierde la razón...
Mi felicitación y mi abrazo siempre, Maria Rosa.
M.Jesús

AdolfO ReltiH dijo...

UFFFFFFF QUÉ HISTORIA!!!!! ME TRAMA!!
UN ABRAZO

Ernesto. dijo...

Tus relatos Mariarosa oasis de lectura. Entretenidos y bien narrados. Y variados en los temas. Mis felicitaciones!

Un abrazo.

cachos de vida dijo...

Impresionante relato, bien desarrollado de principio a final. Me ha obligado a reflexionar.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.

Luján Fraix dijo...

Hola querida María Rosa

Gracias por venir a saludarme en el día de mi cumpleaños, estoy emocionada y sorprendida porque después de 8 meses de estar sin contacto han acudido muchos amigos. Yo sabía que estaban allí, como yo que los llevo en el corazón siempre.

Gracias por el cariño.
De a poco iré dejando los comentarios abiertos, en la medida que pueda responderles a todos.

Besos grandes.

José A. García dijo...

Algunos tienen la suerte de tener padres bien ubicados que les solucionan todos los errores. Otros ni siquiera tienen el olvido...

Saludos

J.

PEPE LASALA dijo...

La juventud deja huella en lo bueno y en lo malo Rosa,únicamente que la huella de lo malo puede ser catastrófica. Me encanta cómo lo has relatado. Un abrazo y buen fin de semana amiga.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Una víctima inocente, tres contando a los perros. Lo demás castigados por aquello que hicieron y fue ocultado.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Qué buen relato, todo un tratado, del buen cuento gótico, no de ese vampiresco de ahora, que es un desastre. UN abrazo. Carlos

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