sábado

Me enamoré de un casanova.

 



 

Volviste a intentar una invitación para salir una noche y te respondí:

—Me enteré que andas diciendo que soy una buena  mina, pero, algo  rara.

No te equivoques, no soy lo que vos imaginas, soy peor.

Quedaste  sin entender, yo si entendía.

 

Hace diez años cuando comencé a trabajar en la empresa, de la que  eras el gerente general, te acercaste con una sonrisa compradora y modos  de conquistador.  Tu conversación  de galán, me envolvió. Yo era demasiado joven,  te creí y me enamoré de vos. Fuiste mi primer hombre. Te juro que fui a tus brazos, convencida  que serías el amor de mi vida. Pero el sueño no  duro mucho.

Teresa la recepcionista,  fue la que me abrió los ojos y me dijo;

—Nena, el gerente  es casado.

Se me vino el corazón al suelo. Yo  había creído tu juego de amor. ¡Qué ilusa! Quise estar segura y te pregunté si eras casado,  me dijiste que sí. Y que nunca te ibas a separar. Esas últimas palabras las recalcaste con firmeza y leí en tus ojos una burla que no me gustó. Si querés joder sin ataduras, seguimos, o acá se termina.  Y terminamos ahí.

Pronto me olvidaste.

Comenzaste una relación con Mónica, la rubia del departamento de ventas. Era muy bonita y ya estaba de vuelta de los romances y los ideales del amor.

Tu esposa se enteró de tus salidas con la rubia, vino a la oficina y  armó un escándalo. Estuviste separado casi un año.  Luego te reconciliaste, tu mujercita creyó tus juramentos de amor y fidelidad y te aceptó de nuevo en la casa. Parecían dos adolescentes enamorados, ella te venía buscar a la empresa y se iban abrazados, sonrientes y mirándose a los ojos, y vos seguías con la rubia.

 

Yo no volví a enamorarme.  Cada hombre que se acercaba a mi vida se parecía a vos. El miedo de  ser engañada, burlada,  se manifestaba  con temores, hasta me parecía escuchar voces que me susurraban: ¡Es un mentiroso, olvídalo!

No me duraba ningún enamorado, a la semana los espantaba con cualquier pretexto.

La promesa de fidelidad matrimonial, te duro muy poco. Cuando entró  Claudia en la empresa, la invitaste a salir. Era la nueva contadora, encantadora y muy bella. Turnabas tu corazón, entre tu mujer y Claudia, a la rubia la olvidaste en el camino.

Me dolía tu desparpajo y verte tan feliz. ¿Por qué no lograba olvidarte?

Y vos seguías tu carrera de Casanova, las minas te aceptaban, ninguna te decía que no, no sé, si por tu pinta o por tu dinero.

Cuando te cansaste de la contadora, descubriste a Marión, la cadete del segundo piso. Una jovencita de veinte años que te comiste como el mejor bombón de chocolate. Creo que fue tu último romance.

Tu esposa recibió un sobre con las imágenes de tus amiguitas, salidas,  fechas y horas. Escándalo que terminó en separación. Ya no hubo arreglo, tu mujer no aceptó explicaciones de ningún tipo. La división de bienes te dejó en la calle y por suerte no perdiste el trabajo, a pesar de que presidente de la empresa, se disgusto cuando le llegaron los detalles de tu divorcio. Y yo no podía disimular mi felicidad, ahora la hija de puta era yo, disfrutaba de la desgracia ajena.

Una mañana me preguntaste que me pasaba que estaba tan feliz,  respondí: estoy enamorada.  ¿De mi? Dijiste, mirándome meloso. No, de un tipo joven, respondí.  Me fulminaste con esos ojos grises que seguían volviéndome loca cada vez que me miraban. Te alejaste. Por mi cara rodó una lágrima, no entendí si de tristeza o risa.

 

En el archivo de mi celular están a buen resguardo las fotos de tus romances, espero no tener que volver a usarlas.

 

 

 


20 comentarios:

Auroratris dijo...

Muy bueno tu relato, y es que hay hombres con una labia que ... pero a todos los cerdos les llega su San Martín. Me ha encantado, bonita, y esa lágrima era de satisfacción, no lo dudo.

Mil besitos con cariño ♥

Campirela_ dijo...

Es doloroso los desengaños de amor, en esta ocasión el hombre se jacta de ser un casanova para romper corazones y bien por la mujer que al final se dio cuenta de que la infidelidad ya era abusiva, Al final él pagará todas sus culpas y se verá solo y sin amor.
Un buen texto .
Besos y feliz tarde de sábado.

Rafael dijo...

Cuando se piensa en el "yo" y no en que el amor es un sentimiento para compartir y dar en una entrega en el que el "yo" debe de estar en un segundo plano, quizás es porque no se ama con sinceridad.
Un abrazo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

El desquite existe, pero a veces es amargo, como el de tu cuento, que desvela el alma del ser humano en el amor. Un abrazo. carlos

J.P. Alexander dijo...

Uy cuantos hombres hay así, esperó que ella pueda olvidarlo. Te mando un beso

SusyBlog dijo...

Uuuh... yo conozco a varios así, lo bueno es que yo tengo a mi lado a uno muy bueno
saludos y buen relato, como siempre :)

Sandra Figueroa dijo...

Se merecía lo que le hizo esa mujer a quien engaño y jamas pudo olvidarlo..... Saludos amiga.

Ernesto. dijo...

Por un lado, el pan nuestro de cada día en cierto tipo de relación... Que, evidentemente, seguirá!

Y por otro, la consecuencia justa de ello. En este caso, y no siempre es así, con cierta elegancia por parte de ella.

Por lo demás, amiga, un relato de gran interés de los tuyos.

Abrazo Mariarosa.

Susana Moreno dijo...

Recibiö su merecido. Un beso

A. dijo...

Y hay muchos casanovas por la vida destrozando corazones. Bello domingo mariarosa.

Mª Jesús Muñoz dijo...

¡¡Cuántos "casanovas"hay por el mundo,María Rosa!!Se sienten bendecidos con su atractivo físico, pero el tiempo pone a cada cual en su lugar. En este caso,una mujer movió los hilos para que todo cambiara. Tu pluma ha plasmado con sabiduría cómo el universo mueve la "causalidad"con limpieza. Todo lo que damos vuelve, sin duda.
Mi felicitación y mi abrazo por tus buenas historias, amiga.

Margarita HP dijo...

¡Buenísimo María Rosa! Me ha encantado, y el final, apoteósico. ¡¡Besos!! :)

Joaquín Galán dijo...

La venganza se sirve fría creo que dice el dicho,pero en este caso con el corazón caliente.
Otro excelente relato Mariarosa, muy bien hilado y con la guinda final en su sitio.

Un abrazo desde el calor de este agosto boreal.

Lady Blue dijo...

Que pena por estos hombres que jamás van a poder conocer el amor verdadero.
Hay que tener mucho ojo y arrancar de las garras de estos seductores rompecorazones.
Me gustó el relato María Rosa, entretenido y muy bien escrito. Besos

Recomenzar dijo...

Los chicos malos son los que más calientan a las mujeres
brindemos por ellos
Solo para pasar el rato
un abrazo inmenso desde el mar en Miami

Meulen dijo...

De todo esto la que más sigue perdiendo es ella a mi ver, primero porque toda su vida rodando con esa espina maloliente que envenena su alma , vengándose de un sinvergüenza.

Ha sido tan desbocada la vida del hombre a este tiempo, que lo equivocado se toma como regio, o para usarse sin sentido...ella seguirá rumiando la pena del desamor sin tregua , sin darse el real lujo de vivir su vida plena , que pena que algunas mujeres en realidad viven así y culpando a quien ni merece la pena una gota de sus lágrimas y su tiempo, pero de esa vida así hay muchas en este hoy.

Te dejo un abrazo.

Siby dijo...



Un buen relato Maria Rosa,
la venganza no nos lleva
a nada bueno,que bien lo dices
todo punto por punto, un placer
visitarte mi amiga.

Besitos dulces
Siby

retazosmios dijo...

Te devuelvo tu amable visita por mi blog, no lo conocía y lo encuentro muy interesante. Buen relato el tuyo del que por desgracia el mundo tristemente está lleno. Va siendo hora ya de que despierte la mujer.
Cordiales saludos desde Alicante-España
Juan Tarrero

Flor dijo...

Hola guapa , como suelo decir yo "La venganza es un plato que se sirve frío"
y de esta no aprende , es que el tío es masoquista ,muy bueno tu relato me a gustado mucho
te deseo una feliz mañana de Sábado , besos de V....flor.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

La moraleja podría ser cuidado con las mujeres ingenuas, crédulas, porque tienen potencial vengativa. En cambio, hay mujeres que saben de que se trata, no conspiran.

Bien contado.

Un pueblo, allá lejos.

    La rutina de ir a la plaza, sentarme a escribir o dibujar se había convertido en una necesidad. Yo había llegado a ese pueblo en...