martes

Domingo de lluvia.





La lluvia sobre el parque crea una fusión  de aromas a humedad, a tierra, madera y pinos, me embriaga su frescor, me eleva y me hace traspasar  los límites de la realidad, y en esa sensación, llega lejano un nombre. Es como si los arboles en su vaivén de hojas armaran las letras y le dieran sonido: Juan Alejandro. Fue mi abuelo.
Sobre que fatiga de mi alma, llega ese ser al que no conocí y que perdura su esencia en mis venas.

Ningún retrato rescata su figura, sólo los recuerdos que mi padre atesoró, logran darme una idea de su imagen. Era delgado, de cabello rojo y ojos azules, amigo del vino, la guitarra y el canto. Inmigrante Austriaco a principio del 1900. Murió joven, demasiado joven, apenas el tiempo para engendrar dos hijos y dejar en ellos sus rasgos y en ninguno su amor  por el canto y la música.

A veces lo sueño, intento llegar hacia él y se desvanece como la bruma. Los relatos que escuchamos de pequeños quedan en nuestra memoria, los sueños los rescatan y de la misma forma en que un mago saca un conejo de su galera y luego lo hace  desaparecer, así misteriosamente la fantasía se esfuma.

El lejano canto de un ave me rescata de mi ensoñación. Está bajando el sol y el olor de la tierra mojada es más penetrante.
Ha dejado de llover, el viento frío, infrecuente en este mes de febrero que recién comienza, me estremece o serán los recuerdos, no lo sé.
Las evocaciones se van desvaneciendo, como las flores de un día, como la vida misma en este universo inagotable. La realidad es lo único cierto, al igual que mis manos heladas  y el sol que se está ocultando, mientras va dejando su rastro rojo en el cielo.




23 comentarios:

Sara O. Durán dijo...

El sueño de un abuelo enmarcado en un ambiente que podemos percibirlo con todos los sentidos, al leerlo, se convierte en una ensoñación. Es precioso.
Un beso de anís.

Ernesto. dijo...

Un texto entrañable en toda su extensión, Mariarosa.

El relato y la esencia que lo motiva. También esa descripción de tiempo y espacio, pasado y presente, ayuda a ello. Y, cómo no, esa fragancia de aromas y realidades vividas o soñadas.

Un abrazo.

Margarita HP dijo...

De veras, escribes de una forma preciosa. Me he sentido en ese domingo de lluvia.Y qué hermosa la descripción, me ha parecido ver la figura de él recortada realmente con el horizonte. Precioso, precioso María Rosa. Un beso :D

Maru dijo...

Es verdad como recordamos a los ausentes muchas veces que ni conocimos por las referencias que de ellos tenemos por lo que nos han contado de ellos...también me vienen recuerdos a veces de mi abuela que conocí muy pequeña pero a la que mi madre adoraba, por eso, tengo una imagen de dulzura de su persona. Un abrazo.

Mª Jesús Muñoz dijo...

María Rosa, me he puesto en tu lugar y ha sido un placer esos olores de la lluvia y la naturaleza...Y esos recuerdos que llegan y desaparecen, como el misterio de la vida...Al final ese canto del pájaro me hizo sentir una sonrisa lejana y entrañable...Tenía pelo rojo y ojos azules...
Mi abrazo por tu preciosa prosa.
Feliz día, amiga

el oso dijo...

La ensoñación en el recuerdo de las personas que nos hicieron como somos es un modo -para mi ver- de recordarnos las raíces, los grandes rumbos que nos trajeron al presente.
Muy bello!
Besos

Susana dijo...

Todos nos sentimos ahora más cerca de tu abuelo y del bosque. Un beso.

Meulen dijo...

Eres de su misma raíz y cantas a la vida
en letras de amor sin igual...es por donde él dejó su huella
y en ella seguirá latiendo , en la mirada de los que vendrán...y seguirán
contando su historia...
el canto de la vida...el canto del amor...

Besos.

TIGUAZ dijo...

La melodía que arropa el texto y da ese matiz de ensoñación que te caracteriza invita a releer lo que escribes en sucesivas ocasiones, a mi entender sustrayendo de cada letra ese matiz tan característico que confieres a cada una. Como bien te digo siempre, es un placer el disfrutar de la lectura que nos regalas. Mi cariño y aplauso.

Franziska dijo...

Siempre tenemos más de lo que pensamos de las raíces de las que procedemos. Todos hemos aceptado las leyes de la genética pero, hace algún tiempo, la ciencia ha tenido la evidencia de que el propio hijo que se ha engendrado en el vientre de su madre, no solo es receptor sino que él mismo como nueva criatura, deja su rastro y modifica el celbro de su propia madre: esto es asombroso. ¿Por qué no habríamos de tener e incluso sentir la presencia en nuestra alma de un abuelo que transmite su afición por el arte?
La poesía que tú expresas con tanta sensibilidad es quizás una aportación genética de ese maravilloso abuelo que tan pronto se fue... Bueno, todo esto para acabar concluyendo que tú nos estás ofreciendo solamente un relato muy bien estructurado como todos los tuyos y que esa voz no tiene por qué pertenecer al mundo real sino ser una creación literaria. Quédate con la parte que quieras, está muy bien. Me ha gustado mucho. Un abrazo. Franziska

Elda dijo...

Una bella expresión de los sentires en este relato. Dulces y perfumadas son tus letras tras esa imagen entrañable.
Un escrito encantador.
Un abrazo.

Mari-Pi-R dijo...

Cuanta sensibilidad tienen tus palabras, hacer vivir la presencia de tu abuelo que nunca llegaste con lo que te explicaron te formaste la imagen de él.
Yo se puede decir que tampoco conocí a mis abuelos, cuando uno murió yo era muy pequeña y apenas tengo su recuerdo.
Un abrazo.

Abuela Ciber dijo...

Los abuelos que seres especiales y que grato quien pudo apreciarlos y vivirlos
Los mios fueron longevos asi que los disfrute
Tus palabras acnaron en mi sentires del ayer
Bellamente escribes
Cariños

Anónimo dijo...

Créeme amiga,...me hiciste emociona...lo que no es nada fácil. Muy buena historia,...Hace estremecer. Saludos y abrazos. Juan ángel Petta

PEPE LASALA dijo...

Es un texto precioso Mª Rosa, me parece especial y me trae recuerdos. Realmente toca el corazón. Enhorabuena. Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

AdolfO ReltiH dijo...

BONITA TU HISTORIA.
ABRAZOS

Ambar dijo...

Un relato muy bonito Mariarosa. Un abrazo

Sneyder C. dijo...

La lluvia despliega con fuerza los aromas de la naturaleza, y llegan recuerdos casi olvidados sin esperarlos. Tiene tu relato un cierto aire de nostalgia que te lleva al pasado…son las raíces que que duermen en el subconsciente del abuelo que no conoció..

Un fuerte abrazo

Carmen Silza dijo...

Hola María Rosa, nos ofreces un bonita historia, he tenido siempre debilidad por los abuelos, y la sigo teniendo, ahora yo tambien soy abu.
Un gran abrazo querida amiga y compañera.
Besos.

PEPE LASALA dijo...

Hola de nuevo María Rosa, en mi blog he contestado a tu duda por si quieres pasarte a verlo. Un abrazo y gracias.

José A. García dijo...

Los sueños nunca serán lo que el "señor" Freud dijo que eran.

Saludos,

J.

lanochedemedianoche dijo...

A los abuelos que compartieron nuestra niñez siempre los recordamos con mucho amor.
Abrazo

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Así como en tu texto, me viene la memoria del abuelo materno que no conocí- A no ser por las fotos adustas, que hablan de los muertos queridos. UN abrazo. Carlos

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