Era
desconsolador regresar cada noche y
encontrar la casa vacía. Una vida de silencio que lo recibía como un fantasma
brotando desde los rincones. Lo abrumaba la melancolía, esa enferma
incurable que vivía con él y le robaba la calma.
Los
bares de la Av de Mayo lo recibían como a un amigo, los visitaba a todos, cada
día buscaba un ambiente diferente. Los mozos lo saludaban con una sonrisa y
allí, rodeado del bullicio de las tazas y las voces, se encontraba acompañado. En
ese mundo de solitarios que se unían
para exorcizar el silencio, era un poco feliz.
Desde
el ventanal del bar miraba la lluvia, los coches pasaban levantando una oleada que llevaba el agua
hasta la mitad de la vereda. Pablo viajaba en ese hastío, en ese cansancio del
anochecer después de un día de trabajo.
Ella
entró y se sentó cerca de un ventanal. Atrajo su atención la tristeza de sus
ojos claros. Debía ser otra alma en pena igual que él, se dijo. Rondaba los
cuarenta, era muy delgada, la ropa mojada le sobraba por todos lados y sus
ojeras hablaban del mal momento que debía estar viviendo. La escuchó pedir un
café con leche. Ella tenía la mirada clavada en la mesa y sus manos jugaban con
la servilleta de papel, doblándola una y otra vez.
Al
momento de pagar su consumición, hurgó en la cartera, para buscar en el fondo
algo que no encontraba; el empleado la miraba con un gesto ceñudo, Pablo
comprendió que no tenía dinero. El joven
levantó la voz con gesto airado, a ella se le llenaron los ojos de una humedad
salada que le iluminó la cara. Pablo se acercó y contuvo al mozo que ya la
había tomado del brazo para sacarla a la calle. Le pagó la consumición. Cambiaron un gesto sin palabras y
Pablo salió. En la calle llovía fina y suavemente, la humedad subía por las paredes y dejaba ese olor a viejo que
como un vapor se iba elevando mansamente. Notó que lo seguían, se volvió, era
la mujer del bar.
—¿Me
está siguiendo? —preguntó.
—Sólo
quería agradecerle, fue muy amable.
—No
se preocupe, está todo bien.
Como
ella continuó sin decir palabra, se sintió incómodo. Pasaron algunos minutos y
ella seguía caminando a su lado.
—¿No
tiene dónde ir? —le preguntó y la mujer asintió con un gesto.
La
llevó a su casa. Le dio un vestido de su ex.
Al
verle arreglada, se conmovió, era diferente. Ninguno de los dos hablaba, él
pidió un delivery, comieron empanadas. Ella no se atrevía a mirarlo y, cuando
Pablo se fue a dormir, ella quedó sentada en el sillón. Él le alcanzó una
frazada y una almohada, lo miró agradecida.
Se
quedó un día y otro y al fin era una necesidad encontrarla al llegar de la
oficina.
Cada
día encontraba una sorpresa. Jarrones con flores y ventanas abiertas.
Él jamás
había preguntado por su vida pasada y ella no había querido saber de quién eran
los vestidos del placard.
Una
tarde Pablo llegó con un ramo de rosas y
fue la primera vez que la vio sonreír.
Esa
noche la escuchó entrar en la habitación, deslizarse en la cama y estremecerse cuando sus manos tibias se
deslizaron por su espalda.
Afuera
llovía fina y suavemente.
22 comentarios:
Hay cuentos, historias, relatos,...que configuran una trama que la mente del escritor pergeña con la complicidad de vivencias, confesiones. Esta historia tiene otra cosa,...es la elemental búsqueda de esa razón, de esa íntima necesidad del ser humano que no se resigna al triste destino que está viviendo..no hay nada peor que la soledad. No se soporta el vivir día a día con esa espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza.Porque eso es la soledad. Es el martirio al que uno se acostumbra,...pero que fatalmente va carcomiendo su existencia.Me alegró el final,... Simplemente, reconforta. Gracias amiga por esta historia...hace que valga la pena leer. Un abrazote de oso....Juan Ángel Petta.
Es una terneza de cuento. La soledad desazona. Más cuando no se hay costumbre de su estancia. El final, hermoso. Dos almas necesitadas. La una de amor y compañía y la otra de fraternidad. UN abrazo. carlos.
NOTA BENE: Siempre agradecido de tus comentarios en mi blog.
Una entrañable historia bellamente contada. Con delicadeza.
Sobre la soledad, impuesta en muchas ocasiones por prejuicios y miedos. Miedo a compartir con "extraños" momentos, espacios, vivencias, etc., hace que algunos, muchos, se encierren en ella. No digo que sea fácil el compartir, y más a ciertas edades, pero si quieres algo en la vida tendrás que esforzarte por ello. O por lo menos no poner barreras.
Un abrazo, Mariarosa.
Estoy seguro de que todos hemos soñado y pensado, alguna vez, una historia parecida. Felicidades por tu relato.
Un abrazo.
Una historia preciosa, que deliberadamente te hace pensar que existen personas así, que es posible, pero que yo personalmente no he visto jamás. Aunque nunca hay que perder la esperanza.
Un fuerte abrazo amiga, acaba de pasar un lindo día.
mirá lo que trae el café con leche...
una historia bien hilvanada, gracias
saludos
Que diferente es la lluvia en ocasiones , no?
o mejor dicho como se ve y se siente distinta
esa soledad es la llovizna del alma
y en un abrazo la ternura del "hogar compartido"
Dos almas ebrias de soledad que el azar ha dado una nueva oportunidad
ambos se supieron "mirar"
genialidad a raudales
un abrazo ¡
Esta noche en Vigo llovió intensamente; al sentir la lluvia con ese susurro cercano me asomé a la ventana y quizás me dio para pensar en cosas muy parecidas. Un hermoso relato como todos los que nos brindas. Mi admiración y cariño.
Bueno, me quedé como con un sabor de querer continuar leyendo.
Muy bueno.
Saludos María Rosa.
Una historia muy romántica y bellamente contada María Rosa.
Me encantó leerte.
Un abrazo.
Una historia conmovedora y perfectamente narrada.
Besos
Tu suavidad ante tantos acontecimientos adversos hace al momento de un romanticismo claro y verdadero
Bello leerte
Cariños
Aunque no me pareció muy creíble la parte del encuentro y las primeras noches, sí me ha parecido muy bueno y muy tierno el desenlace y también muy lógico.Las almas solitarias deben buscarse para dejar de serlo.La lluvia engrandece y hace más cálido aún ese desenlace.
Abrazos Mª Rosa.
María Rosa, tu historia nos muestra ese destino que la lluvia va tejiendo con silencio y suavidad...A veces la intuición es más fuerte que la palabra y sabe captar y expresar el sentimiento, madurarlo y hacerlo realidad...Muy bella historia, que tiene corazón y encanto, amiga. Mi felicitación y mi abrazo grande por tu buen hacer.
M.Jesús
Un hermoso relato más que añadir a tu abundante producción literaria. Felicidades.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
LINDA, LINDA HISTORIA. ME TRAMA!!!!
ABRAZOS
Un relato muy corto pero que nos cuenta toda una historia.
Te felicito.
Saludos.
La soledad, esa acompañante que siempre trae de la mano al hastío. Parece que los días de lluvia, sobre todo si es una llovizna fina y suave, se acrecienta su poder y cuando algo rompe la rutina grisácea del vacío, se vuelve a vivir con toda el alma. Como los protagonistas de tu preciosa historia.
Un abrazote, Mariarosa
La suerte cambia, y al final el destino siempre se cumple. A veces, como en este caso, resulta una bendición.
Feliz tarde
Bisous
Una historia sencilla, casi cotidiana. En saberla contar está la clave.
Enhorabuena, siempre. con abrazo
Y si fuese así ¿por qué no?, si encontrar nuestra mitad resultase de un juego de circunstancias específicas...
Me encantó María Rosa.
Abrazos y besos.
El Tal vez ella era la compañía que necesitaba, para matar su tristeza.
Un abrazo.
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