viernes

Las cortinas rojas.

La segunda sala estaba decorada y guarnecida
 de color púrpura, y las vidrieras
eran asimismo de color púrpura. 


“La máscara de la muerte roja”.   Edgar A. Poe






  Dos veces al año la abuela sacaba las  cortinas de brocado del comedor. En diciembre para ir a la tintorería de  Aito  y,  en junio, para que mi hermano y yo las cepilláramos con toda  suavidad, hasta que la última mota de polvo desapareciera de sus fibras, junto con el aroma de la pipa del abuelo, el perfume francés de la tía Ruth y los aromas a comida que se habían acumulado.
Al verlas a la luz del día su color se acentuaba,  el sol les daba a las flores de raso  un rojo resplandeciente; eran tan bellas que parecían querer escapar de su cautiverio de seda y rayón.  Las opacas  eran de un rojo morado como la sangre  y se transformaban por la gracia del diseño, en tallos y hojas, extrañamente rojos.
El comedor sin las cortinas parecía más grande, los muebles, los cuadros tomaban otra dimensión, hasta las alfombras  resultaban menos viejas, sólo sus flecos seguían siendo grises y deshilachados.
Mi padre y mi tío eran los encargados de volver  a colgar las cortinas en su reino de cristal, con dos escaleras y bajo la dirección de la abuela, el comedor vestido con los cortinados,  regresaba a la normalidad.

En  las mañanas de verano,  las ventanas y las rojas cortinas se abrían, el salón se inundaba de los aromas  y las risas que llegaban de la feria,  sólo  faltaba la música para que parecieran el coro de una zarzuela y el comedor un teatro.
En las tardes aburridas de invierno, mi hermano y yo creábamos un juego macabro. Nuestro comedor se transformaba en el escenario de un cuento de Poe, donde los cortinados  rojos  dejaban pasar una luz color sangre que nos excitaba y con su reflejo en las manos y en la cara, bailábamos enloquecidos  como el príncipe del cuento, hasta que el reloj de péndulo anunciaba las cinco de la tarde y la voz de la abuela quebraba  el encanto,  Poe escapaba  con la máscara de la muerte  roja y se filtraba  de puntillas en la biblioteca mientras el príncipe y sus súbditos se perdían en un tazón de café con leche. 


20 comentarios:

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Cuánto puede la imaginación,unas cortinas, y la influencia de las narraciones macabras del excelente narrador y poeta, POe. Un abrazo. Carlos

MaRía [Capri ] dijo...

Hay que ver lo que cambia una estancia, con unas cortinas u otras.. todo ayuda, ellas que nos ocultan en ocasiones ajenas, asisten mudas a esas vidas que ellas ocultan y protegen

Hermoso y evocador relato

Un abrazo grande

María

TIGUAZ dijo...

Se puede, tú puedes dar color a la estancia, darle muerte hasta a la vida. Yo que fumé durante mucho tiempo en una pipa de color de nácar que era la cara de un viejo marino con sus barbas rizadas, me hiciste recordar su aroma. El paso del tiempo impide que fume. Un placer el leerte Mariarosa.

María Socorro Luis dijo...


Una auténtica maravilla tu narración.
De verdad, un verdadero encanto de relato. Enhorabuena y abrazo

Charlie El Balsero dijo...

qué imaginación...
Maria Rosa, usted tiene el don de la escritura.

abrazos
carlos

cachos de vida dijo...

Nostálgico retrato de cuento de niños y de recuerdos de viejos. El poder creativo de tu imaginación es maravillosamente prodigioso. Me falta el don que tu con tanta generosidad nos regalas.
Feliz sábado y domingo,
Un beso.

cachos de vida dijo...

Nostálgico retrato de cuento de niños y de recuerdos de viejos. El poder creativo de tu imaginación es maravillosamente prodigioso. Me falta el don que tu con tanta generosidad nos regalas.
Feliz sábado y domingo,
Un beso.

Mª Jesús Muñoz dijo...

En la infancia las cosas toman vida, tienen su propio latido...Los muebles, cuadros y cortinas quedan grabados en la mente y nos siguen contando sus historias... Como esas cortinas rojas,cuyo color produce la locura del movimiento a la sombra de aquel enigmático escritor.Los colores también nos dejan distintos sentimientos...Muy bueno, amiga.
Mi felicitación y mi abrazo grande
M.Jesús

Carmen Silza dijo...

Gracias por compartir, me ha gustado este post.
Un abrazo Rosa y feliz noche.

Unknown dijo...

Eres buenísima para las narraciones.
¡Me encantó ! Pude ver esas cortinas
¡puro lujo ! soy loca por los cortinados .
Muchos besos de luz y todo mi cariño.
¡Buen descanso y lindo domingo !!

AdolfO ReltiH dijo...

SABES COMO HACER, PARA QUE UNO NO SE DESPRENDA DE TUS LETRAS.
BESOS

Boris Estebitan dijo...

Gran relato como para tener el Domingo, sabes como narrar y mantener al lector atento.

Antorelo dijo...

Un relato muy creativo y original. Siempre da gusto leer tus sorprendentes textos.
Un abrazo

Karima dijo...

Qué bien describes los lugares. Tienes una pluma privilegiada, María Rosa. Durante tu narración, he podido imaginar con claridad ese reino de cristal huérfano de telón rojo en los días de limpieza.
Un abrazo.

Diana de Méridor dijo...

Qué hermoso homenaje, madame, a un escritor que se adivina como una de sus grandes influencias, y que tantas horas llenó durante mi propia adolescencia.

Feliz tarde

Bisous

Mirella S. dijo...

Recuerdos, un cortinado rojo, juegos de la infancia, Poe, todo perfectamente ensamblado en un relato encantador con un clima de nostalgia.
Besos.

José Manuel dijo...

Los juegos de la niñez se valen de cualquier cosa, esta vez de las cortinas, para recrear una hermosa fantasía.
Precioso el relato.

Un abrazo

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

La imaginación infantil da para todo, hasta para crear un macabro escenario en un salón de cortinas rojas...

Mi madre también nos llamaba a las cinco de la tarde para el café con leche y pan calientito.

Abrazos.

Manrique dijo...

Mis felicitaciones por tu bonito,hermoso y gran mensaje.
Abrazos

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que interesante y emocionante.
Poe se sorprendería y tal vez se sentiría halagado.

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