viernes

Los miedos


No sé cómo nació esa idea absurda, seguramente fue creciendo con las historias que mis primos relataban en esas noches de verano en que nos sentábamos en la vereda hasta altas horas, mientras los mayores, olvidados de nosotros, conversaban  en el patio, sobre  política  y futbol acompañados de algunas botellas de cerveza.
Escuchar historias de terror, junto a mís primos y bañados por el aroma de los paraísos que cubrían la calle, podía ser divertido, pero cuando todos se iban y quedaba sola en mi cuarto, que era el primero, el que daba con sus ventanas a la calle, los sonidos y la oscuridad  crecían, tomaban forma y allí comenzaba el miedo, hasta los muebles se complotaban en mi contra; suspiraban. A veces no sólo veía sombras en movimiento, también las escuchaba, respiraban muy cerca mío con un jadeo parecido a un ronquido.
No lograba relajarme y menos dormir. Las tinieblas crecían dando formas a mis miedos y las historias que había escuchado me visitaban agigantándose con los ruidos que llegaban de afuera.
Una noche presa de terror, decidí ir al cuarto de mi prima Ángela. Las habitaciones tenían puertas altas con cristales y luego, puertas persianas.  Sólo tenía que salir y correr a la escalera hasta el cuarto de ella.  Abrí la primera y antes de abrir la segunda puerta, espié por la mirilla. Una sombra se deslizó por el patio rumbo a la escalera y desapareció. Mis manos comenzaron a temblar y una sensación de estar en un pozo negro pareció rodearme. Quise gritar y no pude. Volví a mi cama y me cubrí con la sábana hasta la coronilla, pero eso no  logró que  se apagaran los extraños murmullos que batían en mi cabeza.

Comprendí que la masa negra que había subido la escalera iba al cuarto de mi prima  y ella estaba en peligro. Salí. Saqué fuerzas no sé de dónde y subí los escalones, una brisa suave me daba en la cara, me temblaban  las rodillas  que apenas me sostenían, al llegar a la puerta de su habitación, que estaba entreabierta, escuché risas ahogadas, me asomé y sin entender demasiado, pues tenía nueve años, no era un fantasma el que abrazaba a mi prima, era Santiago el vecino de al lado y ella no parecía sentir miedo; sonreía feliz.

18 comentarios:

TIGUAZ dijo...

Los miedos, yo creo que quien no los "disfrutó" la infancia le sería inútil.
Un placer leerte;si te sirve de algo en las largas noches cuando azota el viento del olvido yo aun lo sufro.
Mi cariño y un beso.

FIBO dijo...

Nunca he entendido el por qué nos inculcan los miedos, ¿será por eso que las religiones existen?

La prima si entendió ese miedo, y hasta lo disfrutó.

Un besote.

La Dame Masquée dijo...

Qué buen final, que hace terminar de leer el relato con una sonrisa distendida después de la tensión.
Hay que tener mucho valor para acudir al rescate de la prima a pesar de todo, sin imaginar que solo era el vecino!

Feliz fin de semana

Bisous

TORO SALVAJE dijo...

El miedo es una forma de control.
La más efectiva de todas.

Besos.

José A. García dijo...

Mirala vos a la primita...

Cómo cambian las cosas.

Saludos!

J.

CHARO dijo...

Vaya con el "fantasmón" que se apareció a tu prima, seguro que ella no se asustó:-))
Recuerdo que siendo niña cuando estaba en la cama y tenía miedo también me tapaba con las sábanas....
Hoy lo recuerdo y me hace gracia la ingenuidad de ese detalle pues ¿cómo se puede esconder del miedo bajo unas sábanas?
Me imagino que es un relato tuyo y no una anécdota de infancia. Me ha gustado mucho.Besicos

Unknown dijo...

BUENISIMO MARIA ROSA !!
me has tenido "con el Jesús en la boca"Un relato con final imprevisto que son tu especialidad.
Te dejo besos de luz y mi admiración.
FELIZ FIN DE SEMANA !! :)

Marinela dijo...

María Rosa, hoy me hago visible dejándote mi huella tras leer tu cuento. Este me recordó los miedos de mi adolescencia a la oscuridad y crujidos de los viejos muebles en las noche en que el sueño me abandonaba y la imaginación hacia de las suyas.

Un beso y mi cariño.

Marinela

Rafael dijo...

Los miedos llegan y se apoderan de nuestros sentidos.
Un abrazo.

Pluma Roja dijo...

Que buen susto para la niña. Menos mal se cercioró que no no era un fantasma.

Esas historias se han repetido (sin el vecino muchas veces) constantemente el los pueblos antiguamente. Ahora creo que ya no se repiten.

Saludos cariñosos María Rosa siempre Felicitándote por tus relatos.

Sneyder C. dijo...

Las historias de terror que contaban o escuchábamos siendo niños daban pie a toda clase de miedos, y al llegar la noche cualquier ruido o sombra nos dejaba muertos de miedo.

Un cálido abrazo María Rosa

Anónimo dijo...

Los miedos, algo tan inherente al ser humano.. me encantò el final..

Un cordial saludo

Amapola Azzul dijo...

Así es la felicidad.

Enhorabuena por el relato.

Anónimo dijo...

SIEMPRE TUS RELATOS, GENIALES.
UN ABRAZO

cachos de vida dijo...

Tú miedo de niño estaba metido en la cama con tu prima. Siempre tienes un bonito final para tus relatos.
Un beso.

Soñadora dijo...

Bonito desenlace!

Un abrazo,

lichazul dijo...

contar historias de terror cuando hay tormenta y con una linterna posada en la barbilla es lo más

pero hay miedos que no se cuentan , están los que se viven , con los que se crecen, y que se hacen cadena pesada y ruidosa y algunas noches de adulto nos vienen a visitar

buena semana

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

CReo que mejor no podías haberlo rematado. Ganial. Un abrazo. Carlos

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