martes
Palomitas de maíz
La emoción le cerró la garganta al ver la estación de trenes de Sauce Quemado.
Abandonada. Tierra, hojas, telarañas eran su compañía.
Cada ladrillo, cada banco, llevaba grabada una historia, una travesura de su niñez.
En ella trabajó su padre durante seis años, él rondaría los ocho, creció en la libertad de jugar trepado de los árboles, de pescar junto a sus compañeros de correrías, Lucas y Juan o descansar bajo los sauces a orilla del río. Tardes de siesta comiendo palomitas de maíz y jugando al dinenti con sus amigos.
En el ferrocarril, el viejo era el único empleado, encargado de la entrada y salida de trenes. Vivían en una humilde casa frente a la estación.
Todo lo que su memoria guardaba ya no existía, las pocas casas que se mantenían en pie, daban cuenta del paso de los años, paredes con ladrillos asomándose entre el revoque descascarado. Eran el recuerdo de algo que fue.
Se largó a caminar por la calle de arena y tierra, una suave brisa levantaba nubes de polvo que le secaron la garganta. En una de las casas, una mujer arreglaba el jardín, se acercó. Entre tanto desierto y abandono era un placer ver rosas y malvones, bañando de colores la tarde. La mujer presintió su presencia, levantó la cabeza y lo observó seria.
—Buenas Tardes —saludó.
—Hola —respondió ella— no lo conozco, ¿está de paso?
—Sí. Hace años viví aquí, los recuerdos me hicieron regresar a ver el pueblo.
Ella no le quitaba los ojos de encima, escudriñaba cada gesto.
—Mi padre fue encargado de la estación de Sauce Quemado —dijo para tranquilizarla— hace más de treinta años.
—¿Cómo se llamaba su padre?
—Suárez, Pedro Suárez. ¿Lo recuerda?
—Por supuesto —su sonrisa aflojó el gesto duro de su cara— su mamá era enfermera si no me equivoco…
—Mi madre era enfermera y se llamaba Sara —.Miró las casas vacías y preguntó— ¿Qué paso? El pueblo ya no existe.
—Y; cosas de la vida y los gobiernos. Quitaron el ferrocarril y Sauce Quemado, como otros, se fue muriendo, los tamberos que eran el fuerte del trabajo se mudaron a poblaciones cercanas a la ruta o a los grandes municipios. Quedamos dos o tres viejos que no tenemos donde ir y permanecemos acá, Sauce Quemado se murió con el tren, ya no existe.
Quedaron en silencio, él no encontraba palabras. Se despidió y regresó a la estación por la misma calle, los hombros le pesaban.
Subió los escalones que llevaban al andén y le pareció ver a su padre con el uniforme azul, esperando la llegada del tren, era un juego de la imaginación. El tiempo se lleva todo, hasta las ilusiones que guardaban los recuerdos. Regresó al auto que había dejado detrás de la estación. Un silbato conocido lo estremeció. Miró el reloj. No puede ser, se dijo, era el carguero de las cinco de la tarde, el sonido no lo engañaba, el chuqu chuqu chuqu de su máquina a vapor, entraba, cubriendo de humo el andén. Siguió de largo hacía su destino en quién sabe qué estación, sólo el vapor y el sonido pasaron frente a él, levantando las hojas secas y haciéndolas bailar en remolino por el aire. No puede ser, se dijo nuevamente y vio los rieles estremecerse sobre los durmientes, bajo el peso del carguero. Quedó deslumbrado, mirando a la distancia, el vapor que se alejaba. Un aroma a palomitas de maíz le llegó cercano y lo despertó de su ensueño. Era la vecina, con una bolsita de papel llena del blanco tesoro.
—Para el viaje —le dijo con una sonrisa.
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34 comentarios:
Creo que la vida esta llena de recuerdos y viviencias que se hacen en el instante; no podemos quedarnos ni en uno ni en otros; porque si sólo revisamos recuerdos ¿cómo vivimos? ¿qué recuerdos fabricamos para más adelante Y si sólo vivimos el instante, cómo sabemos a dónde vamos y si, mirando de una manera crítica, estuvieron bien nuestras vivencias. Un abrazo
Precioso, me ha llevado a diferentes sensaciones y recuerdos.
Muy real, pero con la elegancia mágica de narrar que siempre nos regalas. Sé de esos pueblitos y de vidas que han quedado en el olvido por malas decisiones gubernamentales.
Eres una gran escritora. Un fuerte abrazo!
Buenas tardes Maria Rosa.
¡Que bellos recuerdos, le llevaron al pasado! y las palomitas de maiz se hicieron presentes y reales, en manos de la señora que vivía en la vieja casa.
Aunque lo demás no pudiera volver, las palomitas de maiz si eran reales, al menos yo lo he entendido así.
Besos, Montserrat
Realmente bonito Maria Rosa,el pasado y el presente unidos...Y esa sonrisa de la vecina,que renovó sus recuerdos y sentimientos.Las palomitas fueron la magia del instante,que le retornó a su niñez,alentándole en el próximo viaje.
Mi felicitación por tu maestría que sabe tocar el tiempo,dándole vigencia e inmediatez.Mi abrazo inmenso y feliz semana,amiga.
M.Jesús
QUE HERMOSO RELATO. ME RECUERDA A MI CIUDAD, QUE HACE AÑOS ERA UN PUEBLO PEQUEÑO Y PASABA ESE TREN QUE NOS LLEVABA A ROSARIO. YO IBA SIEMPRE CON MI MAMÁ... LA GENTE ESPERANDO EN LA ESTACIÓN... AHORA YA NO QUEDA NADA. EL EDIFICIO VIEJO LO REMODELARON Y PUSIERON OFICINAS DE LA MUNICIPALIDAD.
BELLO TEXTO.
BESITOS
Has conseguido que me suba a ese tren...
Un abrazo!
Hay muchos "Sauces Quemados" por el mundo que poco a poco se van extinguiendo.
Yo también reviví con un ser querido algo parecido. Me atrevería a decir que todos en alguna ocasión hemos dejado atrás un lugar así, de una u otra forma.
Un saludo.
USTED SI QUE SABE DESCRIBIR IMÁGENES Y RECUERDOS.
UN FUERTE ABRAZO
¡¡Hermosos recuerdos,siempre
A veces necesitamos sentirlos
Para volve nuevamente
Incluso llegas a sentir olores..
Es incleíble, como la imaginación nos conduce a bellos momentos
Me encantado, hermoso leerte
besos de brujilla******
Hola, Mariarosa:
Me has traído muchos recuerdos con tu bonito relato, trabajé durante doce años como jefe de vías férreas, hoy en día aquel ferrocarril está a punto de desaparecer, tal como lo narras. Qué lástima.
Un abrazo.
Que buen relato amiga así son los recuerdos aveces la vida es solo eso recuerdos atesorados en nuestra memoria que afloran al tiempo y la nostalgia que lindo final me gusto mucho.
Besitos de luz feliz semana.
Buscar raices. Casi siempre retornamos al lugar de nuestra niñez o juventud, es un reencuentro para descubrir lo que sabemos: el tiempo todo lo borra y los lugares nunca pueden ser los mismos.
Lindo cuento Mariarosa.
Besos.
Que bueno...
Muy emotivo.
La imaginación en su máximo esplendor.
Besos.
PASE A VISITAR TU BLOG Y FUE TODO UN HONO EL VISITARTE, TE COMENTO QUE LAS PALOMITAS DE MAIZ TIENEN EL NOMBRE DE ROSETAS EN jAEN, ME GUSTO TU BLOG, RECIBE UN ABRAZO
Hermoso relato lleno de ternura y nostalgia. Qué lástima que todo ese viejo mundo vaya desapareciendo. El progreso tal vez sea más práctico, pero no siempre es más hermoso.
Feliz día, madame
Bisous
Hola María Rosa.
Bonito nos has pintado en esta historia pasado y presente, que queda en nuestro recuerdo y siempre va con nosotros, de esos recuerdos y vivencias se compone nuestro vida.
Un abrazo.
Ambar
Cuántos pueblos quedaron como Sauce Quemado, qué tristeza....
Hermoso cuento, Mariarosa, tan nostálgico y a la vez esperanzador, no sé, a mí me sonó esperanzador, quizá porque aún están esos viejos que "no tienen dónde ir", o quizá se resisten. Hermosa la imagen final, todo un regreso a la infancia.
Me encantó esta narración.
Abrazo
J&R
HOLA MARIAROSA
TE DEJO MI HUELLITA DE HOY CON TODO MI CARIÑO. GRACIAS, AMIGA, POR DEJAR TUS SENTIMIENTOS EN MI NOVELA, LO VALORO MUCHO.
BESITOS
CARIÑOS MILES.
Precioso relato. Una historia que bien podría pertenecer a cualquier pueblito fantasma, víctima de políticas erróneas. En mi provincia hay varios. Muy bello, me encantó. Un abrazo.
El recuerdo melancólico que es casi un dolor por aquello que ya no está. Abrazos.
Mientras tengamos memoria , tendremos recuerdos.
Bello.
Besitos de Arte.
Hola Mariarosa!
De nuevo por aquí; para deleitarme con tus narraciones.
Que verdad! que nuestros recuerdos son nuestros tesoros; sean buenos o malos pero son nuestros más preciados bienes.Que triste; cuando llega la nube del olvido y uno ya no puede disfrutar de esos momentos.
Que pases un feliz fín de semana hasta pronto.
Me gustó mucho, primero que pasaras por mi blog y me gusto este relato, muy bien estructurado y de fácil lectura como deben ser las cosas agradables.
Me recordaste a Camilo Venegas y su blog el fogonero, lo que cuentassobre la muerte de los pueblos chicos con la muerte del ferrocarril, si quieres lecturas de domingo , entretenidas buscalo :El fogonero.
un abrazo.
Gino.
Un hermoso relato,...con tintes de nostalgia y añoranza,..yo no viví en un pueblo,..pero siempre he oido de personas a los que han vivido éste tipo de historias,...una pena la de los pueblos dejado de lado o abandonados a su suerte,..por gobiernos que no han sabido tomar buenas decisiones en su debido momento,...un buen fin de semana y cálidos saludos...selene
Querida María Rosa;tu relato me ha hecho recordar mi visita a una casa de campo en la que pasábamos el verano y los días de invierno soleados.
Un abrazo.
Marinela
Te deseo un feliz fin de semana.
Un beso.
siempre volvemos a los lugares donde fuimos felices...solo el tiempo no regresa, saludos querida amiga
Una magnífica recreación de todos los sueños que se durmieron sobre las vías, cuando malas políticas, mataron los trenes que tanta vida daban a muchos que hoy, son pueblos fantasmas. ¡Excelente! Un abrazo.
El poder de los sueños es capaz de traspasar las mismas fronteras del tiempo y de los recuerdos. Solo es necesario creer para hacer posible lo imposible.
Entrañable, Mª Rosa.
Un abrazo.
FELIZ FIN DE SEMANA QUERIDA MARIAROSA.
TODO MI CARIÑO SIEMPRE, TALENTOSA AMIGA.
SIGUE ESCRIBIENDO ASÍ QUE NOS ENSEÑAS MUCHO, MAESTRA.
BESOS
El recuerdo estoy convencida de que tiene aroma y olores.
Y tu has descrito a la perfección ese lugar en el que nos apeamos a veces del tren para buscar ese recóndito lugar donde se acuna la memoria.
Besos, Mariarosa.
Muy bonito el nuevo look que le diste al blog ;)
Cuando mataron el tren -gobiernos y empresarios del transporte- también mataron pueblos y a mucha gente que vivía alrededor de la actividad ferrocarrilera. Me han dado ganas de palomitas de maíz. Un abrazo.
HOLA MARIAROSA
FELIZ COMIENZO DE SEMANA.
TODO MI CARIÑO SIEMPRE.
GRACIAS POR PASAR A VISITARME EN MI RINCON
BESOS GIGANTES.
A veces recuerdo una viejita que vendía chufas en un carrito aparcado en la plaza principal de mi pueblo. Entonces la plaza era toda de tierra. El asfalto llegó y todo cambió. Pero cada vez que retrocedo en el tiempo y pienso en estas cosas vuelven a cobrar vida en mi cabeza.
Tu escrito es precioso, cariño. Me ha trasladado a otras épocas donde la felicidad se balanceaba en las ramas de los álamos de la ribera del Jalón. Allí, camino de la estación, habré jugado mil millones de veces.
Besicos.
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