Ana había descubierto que a Catina le sucedía algo,
su conducta no era normal y ahora, tras lo sucedido, le remordía la conciencia
no haber creído sus palabras. Si ella se
hubiera ocupado más, tal vez, Catina…estaría
viva.
La ambulancia partió sin apuro,
con la vida de su amiga, tronchada en una camilla.
¿Cómo creer que los personajes
de los cuadros le hablaban?
Recordaba a Catina, entre lágrimas y estrujando sus
manos en un gesto desesperado, y jurando que las voces salían de los cuadros y
se hacían eco en las paredes y no la dejaba en paz.
—¡Hola Catina! —susurraban por
momentos y en otros eran gritos.
Ella no respondía, entonces las voces se unificaron en un coro:
—¡Queremos salir de aquí!
¿Y qué la amenazaban de muerte,
cómo creer eso?
—¡Sácanos de esta maldita casa
o te vamos a castigar, detendremos tu corazón y te convertiremos en un montón de huesos secos…!
Alguien jugó con su inocencia,
se aprovechó de su esquizofrenia y le hizo creer esa fantasía. ¿Quién?
Tal vez los primos que deseaban
que vendiera ese caserón, que no servía para nada, sólo para juntar ratas y
cucarachas, pero ella amaba esas
escaleras de mármol gastado, cada peldaño lucía una curva consumida en su
centro, señal de las miles de pisadas que los curvaron, subiendo y
bajando durante casi un siglo y esas habitaciones de techos altos, igual que
sus ventanas con cortinas tejidas al crochet, quién sabe por cuál abuela o
bisabuela, las mismas que le habían relatado las historias de sus tías o las fiestas con
damas de largos vestidos de seda y caballeros de frac, y los valses y la música
de jazz elevándose en el salón y el
parque, como un abrazo hacía las nubes. Ella amaba cada rincón de su casa y no
quería vender sus recuerdos.
Catina relataba sus
conversaciones con los cuadros, con la inocencia del que creía que era real lo
que le estaba sucediendo. En el descanso de la escalera, la dama de organdí se abanicaba entre las cuatro maderas
de su maro, fue la primera vez que Catina la vio en movimiento, quedó muda,
ante la imagen que le dijo:
—Quiero salir de esta vieja y
sucia casa, que me lleven a una pinacoteca.
Luego fue el arlequín de la
biblioteca quien comenzó a saltar mientras le ordenaba con voz de tenor:
—¡Catina, quiero salir de aquí!
Y así se fueron sumando, el caballero de larga barba y la dama de negro con el abanico rojo, que adornaban
el salón de baile. Todos querían salir
de allí e ir a un museo.
¿Cómo creerle semejante locura?
Aquella mañana al entrar en el
caserón, Ana se había asombrado al encontrar la puerta de calle abierta. Descubrió
a Catina sentada en los escalones de mármol, quieta y tan blanca que presintió
en seguida la verdad; estaba muerta.
Todo sucedió tan rápido que Ana
no lograba razonar lo sucedido, las sienes le latían y la angustia y el dolor
de cabeza la hacían lagrimear.
¡Pobre Catina!
Los médicos dijeron ; paro
cardíaco.
La ambulancia se perdió de su
vista, la tragó la calle arbolada.
Subió al cuarto a buscar los
documentos de su amiga y al bajar la escalera escuchó la voz:
—No nos dejes solos…
Se volvió y la dama de organdí
agitaba sus manos y repetía:
—No te vayas… no nos dejes solos.
Automáticamente fue hasta el
galpón donde Catina guardaba sus
herramientas, tomó un bidón de nafta y regresó a la casa. Abrió las llaves de
gas y regó las maderas del piso y las cortinas con gasolina, mientras los gritos de los
personajes se elevaban entre el olor del combustible y el gas, encendió un fósforo y salió.
Desde la calle se quedó mirando
las llamas, las voces clamando ayuda se perdían entre el crepitar del fuego y
el ruido de las maderas al desprenderse.
Se alejó lentamente, mientras
los curiosos se acercaban a mirar.
24 comentarios:
Buena historia me ha sorprendido el final . No hay que aferrarse a las cosas
Maravillosa historia con un excelente final...saldos
Inquietante historia con ese determinado final que es, al margen del excelente relato de misterio, lo más llamativo por su acierto.
Fuerte abrazo Mariarosa.
A mí me dan pena los cuadros. un beso.
Olá, Maria Rosa!
Gostei muito deste teu conto, "Los cuadros de Catina", do qual escolhi este trecho para transcrever:
"Catina relataba sus conversaciones con los cuadros, con la inocencia del que creía que era real lo que le estaba sucediendo. En el descanso de la escalera, la dama de organdí se abanicaba entre las cuatro maderas de su maro, fue la primera vez que Catina la vio en movimiento, quedó muda, ante la imagen que le dijo:"
Parabéns, Maria Rosa.
Um beijo.
Pedro
Maria Rosa, como siempre, sublime. Nos has tenido en tensión en todo momento. Qué miedo, madre mía. Me ha encantado.
Muchos besos:D
Que gran relato amiga. Siempre me sorprendes. El final no lo esperaba. Besos
Fantástico final para una historia estupendamente narrada,y con ese punto misterioso tan atractivo.
Me ha encantado la determinación final, que seguramente en la realidad, costaría mucho realizar.
Como siempre un placer leerte.
Un abrazo
Gran final para una estupenda historia.
Un abrazo.
Cobraron vida... excelente técnica narrativa. Lo lograste increíble.
Un abrazo.
Sublime, hermoso, impresionante. Mi cariño y fuerte aplauso.
Siempre hay una forma de corregir lo que no se hizo en su momento.
Un abrazo.
Los personajes de los cuadros querían ir a una pinacoteca, no ser destruidos.
Que peligrosa Ana.
Que bien contado.
Un abrazo
Muy bueno, los personajes viven lo cotidiano hasta que lo cotidiano deja de serlo.
Y ahí aparece cuando se alega la locura. Y sin embargo, las cosas son más profundas.
La solución de raíz, como amerita la cosa.
Besos
Una historia inquietante, muy bien relatada y con un final sorprendente.
Te felicito Mariarosa
Un abrazo
María Rosa que bien narrado este cuento como todos los que escribes, con esa cuota de misterio, de situaciones intensas, alucinantes... que te obligan a seguir leyendo hasta el final para saber qué va a ocurrir.
Excelente como siempre.
Un beso grande.
¡Qué relato fantástico!, de principio a fin se me helo la sangre.
Abrazo
Esta no se ando con chiquitas y cortó por lo sano, para que vayan jugando los espíritus y los cuadros.
Besos.
Maravilloso relato que te atrapa hasta el final. ¿Sabes que conocí a una persona que decía que los cuadros le hablaban? Me la has recordado.
Besos.
El misterio queda lanzado aquí
y cada quien saca su lectura ...en este hoy todo puede ser confuso y extraño
como por igual extraordinario...
hermoso relato.
Típica reacción occidental, no lo comprendo, entonces lo destruyo, luego lo racionalizo.
Claro que, cuando llegamos al final, ya nada queda de ello.
Saludos,
J.
Desconcertante el final.
Un abrazo!
nos encanto tu relato!! gracias y saludosbuhos
Yo diría para titular: la razón del fuego. UN abrazo. carlos
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