Los suspiros.

El suspiro le llegó claramente.  Ahora al mirar a su alrededor y ver tanta soledad, dudo. Intentó seguir durmiendo,  fue imposible, se había desvelado.

Pensó  que debía ser cierto lo que dicen sus amigos, con los años se está poniendo raro. Escucha voces que asemejan ruidos o son ruidos simulando ser voces…no lo sabe.

La soledad no es buena consejera, se dijo, cada sonido lo estremece, lo perturba, comprende que  es  sólo su imaginación, pero no consigue evitarlo.  Los suspiros  de cada noche, deben ser eso,  imaginación. Sin embargo,  desde hace unos días se repiten y cuando los oye,  le llega un perfume suave de violetas. Una presencia femenina deambula por la casa, ya no es una fantasía, es real.

Como fueron reales los suspiros que noches atrás lo despertaron. Eran las dos de la mañana.  Se sentó al borde de la cama buscando una solución. Fue al living, tomó un libro del estante, se sentó en el sillón y comenzó a leer en voz alta; “Cielo de claraboyas” de Silvina Ocampo. La noche siguiente leyó “Señorita Cora” de Cortázar. Cada noche leía un nuevo cuento.  Los suspiros desaparecieron, comprendió que a su fantasma le gustaban sus relatos y era la única forma,  que al terminar su lectura el silencio reinara en la casa  y al fin  lograba  dormir.