domingo

La pianista.





Nos acercamos atraídos por la sugestión de aquella música que parecía brotar de la tierra, de los pinos, de cada piedra del bosque. Era una invitación a seguirla. Atravesamos la arboleda y llegamos  a la casa de la señora Emily, nos detuvimos, las notas se oían muy suaves y  se alejaban, como diciendo: aquí el lugar...
Emily era alta y delgada, usaba vestidos de tela fina, tan fina que dejaba entrever sus huesos y un manto de color indefinido  le cubría los hombros como un abrazo; era un ser  misterioso, al que todos en el pueblo temían, tal vez por su costumbre de vivir encerrada y no conversar con nadie.
Rondamos su casa buscando descubrir el misterio de ese piano  que  danzaba entre los árboles buscando atraernos. El día flotaba tranquilamente, el sol nos besaba  con el suave calor del medio día. Atravesamos el bajo portón, hicimos sonar la campanilla de entrada y esperamos. Mi hermano Martín seguía con asombro a las abejas que viajaba de una flor a otra e intentaba perseguirlas con la inocencia de sus cinco años.
La señora Emily abrió la puerta, nos miró con su cara de luna amarilla y nos hizo pasar, el piano enmudeció.
Con un gesto nos invitó a tomar asiento. Nos contemplaba esperando que dijéramos el motivo de nuestra presencia. Estábamos mudos, las palabras se anudaban en nuestros labios y creo que Emily comprendió nuestra inseguridad y nos invitó a tomar un té, aceptamos. Ella se movía lentamente, un perfume a sándalo nadaba en el aire, serenando nuestros temores. Sólo me avergonzaba mi hermano que giraba la cabeza de un lado a otro curioseando cada detalle de la habitación, en un momento se puso de pie y se acercó a un oso de peluche  que yacía tumbado sobre un sillón, intentó tomarlo y la voz de Emily se alzó severa: “No se toca.” Sonrojado regresó a sentarse a mi lado.
Las manos de Emily, finas y delicadas, sirvieron  el té; descubrí  ternura en sus gestos, en su voz,  al preguntarnos: qué necesitábamos de ella.
Le hablé de la música y de lo misterioso que  resultaba escucharla apenas llegábamos al bosque, que se oía en el aire igual a un llamado, y que, a medida que nos acercábamos a la casa, se iba perdiendo y sólo quedaba un susurro.  Los ojos de Emily cambiaron de tonalidad, algo surgió en su cara de luna amarilla que no supe precisar; pero su cuerpo pareció elevarse y me estremecí. Martín debió percibir lo mismo, porque se aferró a mi brazo y quedó inmóvil.
Ella fue hasta un mueble cubierto con una tela oscura, la levantó con fuerza y una nube de polvo nos turbó la visión; fue un instante, hasta que los rayos de sol  iluminaron la estancia y la claridad nos dejó ver a Emily  sentada frente a un piano. Sus manos se deslizaban por el teclado y  la misma canción que habíamos escuchado entre los pinos flotó en el ambiente. Perdimos la noción del tiempo.

Regresamos llevando el oso de peluche y la historia de Emily. Había sido una gran concertista  y, al perder a su hija en un accidente, se refugió en su dolor y en la soledad y se negó a lo único que la hacía feliz: el piano.
La melodía en el bosque desapareció y regresó al mundo misterioso del que provenía, donde la noche es larga y sólo la música ilumina los senderos. Sin darnos cuenta, fuimos la llave que abrió la puerta  de aquel país olvidado.



23 comentarios:

Recomenzar dijo...

Tus palabras las nostalgias la manera en que escribes me encanta
Me delito con tus letras gracias

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Y esos dos personajes pudieron entender la soledad en que quedó esa pianista. A quien los demás temían, irracionalmente.
Bien contado

J.P. Alexander dijo...

Muy buena historia , creaste un personaje inolvidable y muy humano. Te mando un beso

Susana dijo...

Muy bonito. Un beso.

Rafael dijo...

Relato muy tierno.
Un abrazo.

Elda dijo...

Una bonita historia contada con magia y sensibilidad. Tus palabras en esta ocasión son como mariposas silentes que recorren los renglones dándole un toque alado que me ha encantado.
Precioso María Rosa, deseando estaba de leer tus hermosas narraciones.
Un abrazo.

Mirella S. dijo...

Un relato con un dejo de misterio y de magia, como la música de ese piano que sonaba en el bosque proveniente de un dolor que no se calmaba. Pero la inocencia de los niños puede revertir sufrimientos.
Un prosa poética preciosa.
Besos, Mariarosa.

Carmen Silza dijo...

Preciosa historia llena de magia y ternura y algo de misterio.
Muy bueno Rosa, es un placer volverte a leer.
Que tengas una feliz noche.
Un abrazo.

Margarita HP dijo...

Ay María Rosa, que me gustan tus historias. De verdad, he sentido, he visto y hasta he escuchado. Magnífico.

Muchos besos :D

Diana de Méridor dijo...

La misma puerta por la que usted regresa. Qué grata sorpresa encontrarme de nuevo con sus relatos! Feliz regreso, María Rosa.

Bisous

TIGUAZ dijo...

Con ilusión esperaba tu regreso; Bello escrito, Rosa un placer el leerte. Gracias, un abrazo

José Manuel dijo...

Nostálgico relato.

Un brazo

Franziska dijo...

Tierno y hermoso cuento para niños-adultos aficionados al misterio mágico. Muy bonito.
Tienes una gran imaginación creadora de historias de todo tipo. Espero que sigas ofreciéndonos los frutos de esa imaginación durante muchos años. Un abrazo. Franziska

lanochedemedianoche dijo...

Hermosa historia que bien sabes hilar María Rosa, al leerte siempre sé que voy por un camino misterioso ganándome por descubrir mis latidos emocionados, me encanto.
Abrazo

buhoevanescente dijo...

hola! hermoso relato ! muy enternecedor, un canto a la vida, gracias por compartirlo, saludosbuhos.

Mª Jesús Muñoz dijo...

Preciosa historia, donde se une el bosque, la música y el misterio...Y es que el tiempo no existe, todo está presente en el aire cuando lo sabemos escuchar y sentir...Una preciosidad, que nos lleva a la reflexión y a otras realidades paralelas, que laten cerca de nosotros.
Mi felicitación por esa maestría imaginativa, que te hace tejer buenas historias, amiga.
Mi abrazo y mi cariño, María Rosa.

Sara O. Durán dijo...

Lo lograste con mucha magia. Es un precioso relato.
Un abrazo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Cuánto un cuento sobre una pianista, habla del sentimiento humano. Un beso. carlos

cachos de vida dijo...

Feliz fin de semana.
Un abrazo.

PEPE LASALA dijo...

Me parece una historia preciosa contada emotivamente. Muy bien relatada María Rosa. Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

Ernesto. dijo...

Una bella y sentida historia muy bien relatada...

Destaco, no sé muy bien por qué, estas palabras: "...descubrí ternura en sus gestos, en su voz, al preguntarnos: qué necesitábamos de ella."

Abrazo, Mariarosa.

Navegante dijo...

Muy intenso relato, con el clima exacto para la situación.
Es evidente que tenés una gran capacidad para crear ambientes que atrapan desde el principio hasta el final. Hay una misteriosa dulzura en tus argumentos.
Saludos.

José A. García dijo...

La música engendra milagros, más aún la música de un piano bien afinado y mejor ejecutado.

Saludos,

J.

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