lunes

El nuevo doctor.


(Me han jaqueado mi correo de hotmail, si reciben mensajes míos, no respondan, borren)
María Rosa


El nuevo doctor.
Mi madre se deslumbraba con el nuevo doctor. Jaime Richardi  arribó a nuestro  pueblo  como la primavera luego de un invierno difícil, el invierno había sido el doctor Fúnez, quien junto con los años dejó por el camino la paciencia, en especial con las damas hipocondríacas como mi madre, que  siempre encontraba algún malestar nuevo o un dolor viejo.
En los últimos meses era natural  llegar de mi trabajo  y encontrar el Fiat 600 del nuevo doctor en la puerta y a pesar de que conocía  sus ñañas, mi corazón pegaba un respingo de temor.
Generalmente y para mi tranquilidad, la encontraba  en su sillón y al doctor a su lado escuchando sus historias, uno de sus méritos; sabía escuchar a los mayores.
Los ojos de mi madre centelleaban de placer cada vez que él abría su maletín y extraía frascos con  pastillas de diferentes colores, verde para después de almorzar y unas  rosa al acostarse eran la solución de sus males.
Con los nuevos medicamentos, dormía toda la noche y no se quejaba de  dolores de cabeza.

Una mañana llegó a mi mesa de trabajo una invitación; el consejo del Banco Salerno, casa central, solicitaba mi presencia.
Me ofrecían la gerencia de una nueva sucursal que  iban a abrir en Mar del Plata. Mi satisfacción no tenía límites, pero se desarmó cuando mi madre se negó a abandonar la casa y su mundo de jazmines y retamas.
Mis sueños se vinieron abajo, la ilusión de un cambio de vida para las dos se diluyó como arena en las manos, la arena de una playa que mi madre no quería  conocer.
Consulté con el doctor Richardi:
 —Si la lleva con usted  —me dijo—  va a hacer lo posible para amargarle la vida. Su mamá tiene setenta años, está sana, puede estar sola, pero para su tranquilidad, contrate una persona que le haga compañía.
No fue  fácil convencerla, en realidad no la convencí, se negó a toda posibilidad de cambio.
No sabía qué hacer con mi vida, no quería dejar pasar una oportunidad tan importante por un simple capricho, me encontraba atada de pies y manos.
La empresa invitó a una cena a los destinados a las nuevas sucursales. Con la furia de mi madre a mis espaldas, fui. Casi no  probé bocado, me sentía ajena a toda esa alegría,  una sensación culposa rondaba mi mente y no me permitía disfrutar del  buen momento. Quería  regocíjame con el  nuevo mundo que se me ofrecía, pero no me animaba a dejarla sola.
Al regresa esa noche encontré una sorpresa que me cortó la respiración. Hallé a mi madre despatarrada en su sillón y la cabeza caída sobre el pecho. Sobre la mesa el frasco de  sus pastillas para dormir, vacío. Con urgencia llamé al doctor Richardi. Llegó en pocos minutos,  luego de revisarla,  me dijo:
—Cálmese, su mamá ha bebido demasiado, acérquese y huela.
En mi desesperación no había prestado atención a ese detalle. Se había bajado una botella de vino blanco que hallé en el piso acostada en un rincón. Estaba borracha.
—¿Y el frasco vacio doctor? —pregunté.
Sonrió.
—No hay peligro, son pastillas de azúcar y harina, un placebo, su madre es una mujer sana, no necesita drogas,  ella se convenció que eran para dormir. Está llamando su atención, no quiere que se vaya…
Al día siguiente el dolor de cabeza de mi madre fue verdadero,  no le dije nada de lo sucedido la noche anterior ni del frasco vacío de pastillas,  las que sigue tomando regularmente cada noche y según me cuenta en sus cartas la hacen dormir la noche entera.



32 comentarios:

Anónimo dijo...

¡felicitaciones a la protagoniata!!faltaba mas dejarse enredar de esa forma...y pensar que ess cosas suceden mas de lo que suponemos...Sin embargo yo pienso que no es por viejos que nos volvemos dependientes, sino porque siepre lo hemos sido...

abrazos

Lapislazuli dijo...

Hay personas, en este caso una madre, pero puede ser otra relación que quieren absorber, si se les da oportunidad lo lograr
Muy bien la protagonista, muy bueno tu relato
Abrazo

Susana Jiménez Palmera dijo...

Que buen relato y cuanta enseñanza encerrada. A veces el amor es tan egoísta que hacemos hasta lo imposible por retener a nuestro lado a las personas que decimos amar. Craso error , debemos volar y dejar volar.
Un abrazo y gracias por compartirlo

Pluma Roja dijo...

En la vida real hay muchos casos parecidos, existe esa intercomunicación entre madre e hij@ y muchas veces es difícil volar con alas propias, no se corta el cordón umbilical a buena hora.

En algunas oportunidades llegamos a edades mayores y seguimos con la dependencia psicológica con la madre.

Interesante y real relato.

Besos María Rosa.

LA ZARZAMORA dijo...

Esos chantajes afectivos son tremendos.
Por suerte, salió.
Besos.

MAJECARMU dijo...

Maria Rosa,nos dejas una historia que es una lección para todos...Todos dependemos de algo.La madre del doctor y las pastillas,que no lo eran...y la hija dependía de la madre...La libertad es necesaria para que el amor brille con toda autenticidad...A veces hemos de alejarnos de las personas para valorar el verdadero vínculo afectivo.
Mi gratitud por tu presencia mi abrazo siempre,compañera y amiga.
M.Jesús

Diana de Méridor dijo...

Lo que es la mente humana, y qué milagros puede obrar un placebo. Dicen que todo está en la mente. No sé si todo en realidad, pero, desde luego, al menos casi todo.
Lamentablemente los chantajes emocionales a veces alcanzan también la misma fuerza, en este caso destructiva.

Feliz día, madame

Bisous

Francisco Josè Lazo Melhado dijo...

Muy bonito tu relato realmente!

Y existen tantos casos como los que tu comentas con mùltiples matices.

Lo que màs me gustò fuè el final feliz, que a pesar del sacrificio de una magnìfica hija, chantajeada por el capricho erroneo de su madrecita, fuè compensada con creses!

Un inmenso abrazo Marìa Rosa!
con mucho cariño.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que astuto el medico.
Bien por la protagonista

Anónimo dijo...

SIEMPRE BUENISIMOS TUS RELATOS. AHHH, NO ME PIERDO NI UNA COMA. QUÉ COSA COMO EL "EFECTO" PLACEBO HACE MILAGROS EN NOSOTROS, NO?.
UN ABRAZO

Belén Rodríguez dijo...

Pobrecita!. no sabía cómo caminar hacia su meta sin dañar a su madre. Menos mal que la propia madre la dió la llave para abrir la puerta del encierro.
Hay veces en que, sin darnos cuenta, hacemos lo que sea para que los seres queridos no se alejen. Posíblemente los padres son los que más armas utilizan en tsta batalla perdida contra la vida.
Un poco egoísta sí pero por amor.
Un besito.

Antorelo dijo...

María Rosa, te he escrito un comentario, pero no sale publicado. Has relatado un caso de egoísmo, aunque conozco otros peores. Buen relato, como siempre.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Que verdades encierra esta historia, cuanta realidad hay en tus letras!
Ha sido un placer leerte, te dejo un fuerte abrazo.

Felicidad Batista dijo...

María Rosa, tu relato trata una situación que suele darse con frecuencia en cualquier tipo de relación, ya sea filial, paternal, maternal como en este cuento, de pareja, y es el chantaje emocional que casi siempre deviene de inseguridades y egoísmos. Por fortuna la protagonista logra sobreponerse a esa red que teje conciencias y continuar su proyecto de vida.
Es un ilustrativo y excelente relato de los claros y las sombras del ser humano.
Gracias por compartir tu talento, admirada amiga.
Un abrazo

CHARO dijo...

Un relato tan real cómo la vida misma, me ha gustado mucho sobre todo el final.Hay personas que recurren a muchos tipos de chantajes para salirse con la suya y eso no se puede consentir.Besotes

lichazul dijo...

es un relato tan real como dice Charo (anterior comentarista)

hay tantas personas manipuladoras que hacen cualquier cosa por mantener y retener a un otro a sus caprichos , me parece genial que la hija se safara de tan egoísta madre

abrazos y feliz semana

Marinela dijo...

Hay muchas mamas como la de tu protagonista, yo conozco a más de una.
Muy bueno tu cuento.
Deseo que te encuentres bien.

Abrazos

TORO SALVAJE dijo...

Hizo muy bien en no sucumbir al chantaje.

Siento lo de tu correo.

Besos.

omar enletrasarte dijo...

muy ingenioso relato, bien logrado
saludos

Unknown dijo...

Genial, Felicitada para la niña que se atrevió a no dejarse manipular. Abrazos.
http://enfugayremolino.blogspot.com.ar/

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Me encanta ese juego de supuestas enfermedades, para atraer la atención, y la acción de los placebos, jugada de su maestría, para darle una salida a la historia, que le diera la oportunidad a la protagonista de hacer su vida. UN abrazo. Carlos

lichazul dijo...

FELIZ VALENTÏN!!!!
Abrazobeso energético
mil gracias por tu huella
:D

mariola dijo...

Real como la vida misma.
Muchas veces nos hacemos dependientes de otras personas por egoísmo.
Cada cual debería vivir su vida y dejar vivir a los demás.
un fuerte abrazo.

Trini Reina dijo...

Chantaje emocional en toda regla.

Creo que hizo bien en irse, en prueba de que su madre no tenía ningún mal real.

Buen cuento

Saludos

Abuela Ciber dijo...

Te deseo que tengas un muy buen fin de semana, que logres que los buenos momentos sean placenteros, a pesar de factores externos.

Cariños

cachos de vida dijo...

Bueno, fue una borrachera muy beneficiosa y una bendición de pastillas.
Feliz fin de semnana.
Un beso.

Sor.Cecilia Codina Masachs dijo...

!jaja! los placebos funcionan,sí señora.
Buen relato y por lo que veo, la hija se marchó a su puesto de trabajo.
Gracias.
Con ternura.
Sor.Cecilia

Cecy dijo...

Parece que los placebos funcionan, lo tendremos en cuenta.
Las madres suelen hacer muchos chantajes con los hijos, porque saben que nos pueden.
Que se le va hacer.
Madre es madre.

Un abrazo.

lichazul dijo...

muchas gracias por tus saludos y energías compartidas
en mi roncón, abrazo grande para ti
ten una semana preciosa!!!

Abuela Ciber dijo...

Saber darle alas a los hijos y permitirles volar a donde ellos quieran , conlleva el total amor de una madre el darse en su totalidad.
Algunas lo olvidan en el devenir de los dias.

Cariños

Rosi dijo...

Me ha gustado tu relato, Mariarosa.
Hay "amores" que en base a su nombre tratan de manipular privando a la persona ¿amada? de libertad.
Aquí se hace realidad el refrán de que "hay amores que matan".
Un abrazo muy fuerte.

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Después de todo, ambas quedaron satisfechas, era la mejor solución.

Un abrazo.

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